Málmhaus, ¿habrá paz para los condenados?

Empiezo a escribir esta entrada, mientras la terrorífica música de Burzum y su álbum de 1996, Filosofem, empieza a desgranar sus leitmotiv minimalistas y con esa saturación de sonido tan característica. Veintitantos años y sigue siendo brutal. No apta para cardiacos. Ejercitado, oh, niños y niñas, la analepsis.

En el cine, la trilogía de Regreso al futuro (Back to the Future, Robert Zemeckis, 1985, 1989 y 1990) es otro claro ejemplo del manejo del pulso narrativo con saltos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. En 1985, Marty McFly (Michael J. Fox) utiliza el potente y ya conocido DeLorean DMC-12 para, a través de un condensador de fluzo (la mejor cagada traductora de la historia) que genera una potencia de 1.21 Gigavatios, viajar hacia atrás en el tiempo, hacia 1955. El sueño de H. G. Wells hecho realidad.

Y rompamos también una lanza a nuestro favor. Wells publicó su obra “La máquina del tiempo” en 1895, pero un compatriota nuestro, Enrique Gaspar y Rimbau, se adelantó a la celebérrima obra de Wells, publicando por primera vez en Barcelona “El anacronópete” en 1887. ¡Jódete, Wells! Pero lo que iba a decir, oh, niños y niñas, es que la música tiene ese poder evocador. Despierta en nuestro interior, como cualquiera de las Bellas Artes una serie de emociones, sensaciones y recuerdos que la convierten en un DeLorean que nos permite viajar en el tiempo. Como Marty McFly tocando por vez primera, allá en 1955, un “Johnny B. Goode”, y para rizar el rizo, conjuga en la misma secuencia la analepsis y la prolepsis, pues la toca tres años antes de que la publicase Chuck Berry.

Marvin Berry: [al teléfono, mientras Marty McFly toca «Johnny B. Goode»] ¡Chuck! Chuck, soy Marvin. Tu primo, Marvin Berry. ¿Recuerdas ese sonido que estabas buscando? ¡Bien, pues escucha esto!

Pues el otro día (tiempo indeterminado entre el principio de la creación y el mismo momento en el que escribo esto), navegando por el proceloso mar de Internet, descubro este cartel:

Lords of Chaos

Buscamos un poquito por la web y ¡Voilà! Presentada el 23 de enero en el Festival de Cine de Sundance, por el director Jonas Åkerlund. Quizá, de primeras, el nombre no os suene, pero si os digo que habéis visto más videos de este hombre… El “Smack my bitch up” de Prodigy, “Ray of light” de Madonna o el “Whiskey in the jar” de Metallica. Es decir, que ya tenemos referencia de que esta persona es una con una especial capacidad y sensibilidad para aunar música e imágenes. Pero ahora, oh niños y niñas, viene el momento de la analepsis. Jonas Åkerlund, en sus años mozos, allá por la mitad de la década de los ochenta, fue el batería de la banda sueca Bathory. ¿Ni idea? Seguimos con los viajes por el tiempo. Años antes, una banda británica, llamada Venom, había dado luz un nuevo género con su álbum de 1982, Black Metal. Fueron los británicos quienes sentaron las bases del sonido, pero fueron Bathory quienes desarrollaron el embrionario sonido de Venom, dándole la dimensión que tendría después. Seguimos viajando en el tiempo, oh, niños y niñas.

Ese fue el primer impacto. Años después, un grupo de jóvenes noruegos llevaron ese género hacia otra dimensión y hacia la leyenda negra. En aquellos años, finales de los ochenta y principios de los noventa, la sociedad noruega era una sociedad complaciente, satisfecha y abotargada, con un buen nivel de vida, una alta renta per cápita y un sistema educativo envidiable. Pero… parafraseando al príncipe Hamlet de Shakespeare: algo está podrido en el reino de Noruega. Por debajo, en el underground de la ciudad, la juventud de aquella idílica Noruega estaba asqueada de la blandura de la música (decidme el título de una canción de A-ha que no sea “Take on me”). Se buscaban nuevas emociones y Venom y Bathory sembraron semillas de discordia. También en aquellos años, se conmemoraba el milenio de la imposición a hierro y fuego del cristianismo en aquella zona por los reyes Olaf Tryggvason y Olaf Haraldsson, relegando al panteón pagano a una mera mención en los pies de página de los libros de historia. Y para que os hagáis una idea de lo que hacen los niños y adolescentes del norte, oigamos las palabras de Alexi Laiho, de los fineses Children of Bodom.

¿Por qué es Finlandia tan prolífica a nivel musical? La revolución finlandesa que sucedió entre 1998 y 2004 cambió por completo el paisaje de la música metal del mismo modo que la NWOBHM o el thrash de la Bay Area cambiaron el paisaje de sus respectivas eras. 
“Creo que porque no podemos hacer más que quedarnos en casa y tocar una guitarra. Los niños crecen y no hay nada que hacer excepto quedarte en casa si no quieres morir de frio. Yo tocaba la guitarra y cuando salía el sol iba a hacer skateboarding con mis amigos y eso era todo. Cuando eres un adolescente y te sientes frustrado con todo, has de tomarla con algo. Y una guitarra te da menos problemas. En Finlandia los padres llevan a sus hijos a lecciones de guitarra o piano desde que son muy pequeños. Es parte de nuestra rutina, de nuestros hábitos y, por ende, de nuestra vida cultural. Hay gente que mantiene los intereses pasados unos años porque tienen talento y otros que se descuelgan por el camino. Para mí la música lo fue todo desde el principio y aquí sigo”. (Entrevista The Metal Circus, Sergi Ramos, 03/11/2015)

Buscad, oh, niños y niñas, y localizad en un mapa Finlandia, Noruega y Suecia y extrapolad las bandas, lo que comentamos, las actitudes, el clima, de una nación a otra. Debido a su latitud, existen grandes variaciones estacionales de la luz diurna. Desde finales de Mayo a finales de Julio, el sol nunca desciende del todo por debajo del horizonte (por eso se conoce a Noruega como la Tierra del Sol de Medianoche). Por el contrario, desde finales de Noviembre hasta finales de Enero, el sol nunca se eleva por encima del horizonte. Con una densidad de población de 16 habitantes por kilómetro cuadrado, un clima extremo y esas variaciones de luz solar…

Noruega es un país muy retorcido – dice Quorthon, el líder de Bathory -. La iglesia tiene mucho que responder. Allí no se permite enseñar esto y lo otro en la televisión. Las mujeres vienen a abortar a Suecia. Es uno de los países más bellos del mundo, pero está jodido, principalmente debido a que ha perdido su identidad por las presiones de Inglaterra, Dinamarca, Alemania y Suecia. Además, creo que el hecho de que cualquiera pueda sentarse en su sótano a escuchar música las veinticuatro horas del día sin que venga nadie a golpear a la puerta y preguntarle si se siente bien es algo bastante retorcido. (pág. 273, El sonido de la bestia, Christie, Ian, 2003)

Total, caldo abonado para lo que vendría después. Sólo tenéis que echar un vistazo a cualquier foro especializado sobre la escena musical del Black Metal noruego y veréis. Para profundizar sobre el asunto, tenéis la obra completa de Dayal Paterson en su serie “Cult Never Dies” o la obra en la que se basa la película “Lords of Chaos” de los periodistas Michael Jenkins Moynihan y Didrik Søderlind. Con esta referencia, la peli promete… ¿o no? Para que entendáis aquello: una relación de puntos álgidos de aquella década.

08/04/1991: el cantante original de Mayhem, Per Yngve Ohlin, alias Dead, se suicida. Primero se corta las venas y luego se vuela la cabeza con una escopeta.

06/06/1992: la iglesia de madera (stavkirke) de Fantoft (Bergen, Noruega), datada del siglo XII es incendiada intencionadamente y destruida casi por completo. Se sospecha de una organización de jóvenes músicos del Black Metal noruego denominada Inner Circle, y en concreto de Varg Vikernes.

21/08/1992: Bård Guldvik «Faust» Eithun, batería por entonces de la banda Emperor, apuñala hasta la muerte a un hombre en el bosque a las afueras de Lillehammer.

10/08/1993: Varg Vikernes, por entonces bajista de Mayhem, asesina a Øystein “Euronymous” Aarseth, guitarrista de dicha banda.

La lista sigue y sigue. Todo esto y mucho más, acompañado de la publicación de discos como “De Mysteriis Dom Sathanas” (1994) de Mayhem, «In the nightside eclipse” (1994) de Emperor o el “A blaze in the Northern Sky” (1992) de Darkthrone, auténticas piedras angulares para la comprensión de esa escena del Black Metal Noruego. El Black Metal, o aquel Black Metal, el noruego, fue el último gran compromiso de los músicos por ser sinceros consigo mismos. Si bien, la música a lo largo de los últimos años se ha ido convirtiendo en un mero producto, este fue el amanecer del último día en Masada… todo estaba perdido. Su actitud fue mortalmente seria, pueril e inocente en ocasiones, pero escuchad, escuchad el “De Mysteriis Dom Sathanas” de Mayhem, el “Det Som Engang Var” de Burzum. La música no es agradable, no es fácil de escuchar, porque no es un producto, como ocurre ahora… no es un producto diseñado para satisfacer mentes débiles y consentidas… pero si escucháis con atención, descubriréis la belleza de un acorde, la emoción de una nota sostenida de una guitarra, un leitmotiv de teclado que os hará padecer el síndrome de Sthendal… su música era el patito feo de todos aquellos estilos convergentes en la década de los 90s, grotescamente esperpéntica, pero más allá de los corpse painting, las armas, las tachas… había algo más, más allá del shock-rock teníamos músicos serios, comprometidos y concienciados con lo que era hacer música de verdad, ajenos a toda corriente o moda, ajenos a la industria que había agotado sus ideas y que se dedicaba a clonar una y otra vez – hasta la náusea- a productos exitosos. Eran gente aislada, culturalmente inquieta: Burzum es un claro ejemplo de ello: significa “Oscuridad” en la Lengua negra de Mordor, ideada por J.R.R. Tolkien y su lirismo hace referencia a temas tan dispares – o tan próximos- como el Satanismo de LaVey o a los sentimientos en vista de la naturaleza noruega – esa sensación de soledad, de aislamiento, el silencio de los boques umbríos, sumidos como en un sueño por la niebla… el saberse únicos, aislados e incomprendidos dio luz a uno de los últimos – si no el ultimo- género musical honesto. Los registros de la época demuestran una clara misantropía, una revolución satánica contra los valores preestablecidos, contra una sociedad que, de pura autocomplacencia, se había vuelto repugnantemente abotargada.

Sí, niños y niñas, la música es oscura, terrible, acelerada, retorcida, estridente, mórbida… Un montón de apelativos que podríais utilizar para definirla; incluso tildarla de “ruido”, pero, nada más lejos de la realidad. Para ejemplo, hablemos de música terrorífica y que es llamada “clásica”.

Una noche en el Monte Pelado (Ivanova noch’ na Lisoy gore) de Modest Musorgski: un campesino presencia un aquelarre en el Monte Pelado – Triglav – en la Noche de Walpurgis. En dicha noche y en dichos eventos, aparece Chernabog (una deidad oscura en el panteón eslavo, asimilable a cualquier entidad maligna del resto de panteones). La Danse Macabre de Camille SaintSaëns, describe a la Muerte tocando el violín y los esqueletos bailando alrededor de la tumba. La Sonata para piano Nº2, Opus 35, de Chopin ¿qué más se puede decir? Salvo que es de una belleza y de una pausa contenida asombrosamente construida. Escuchad cualquiera de estos temas que os he indicado, oh niños y niñas, y descubriréis un mundo tenebroso de sonoridades mórbidas y escuchadlas, sí, de noche, con la luz apagada.

Aunque, como ya he dicho anteriormente, el morbo está servido. Y en esa misma entrevista Akerlund nos indica que, en efecto, hay música de Mayhem. Escuchemos lo que nos dice, una de las personas que estuvo allí, que fue parte activa de aquella vorágine de música extrema, de actos extremos… Varg Vikernes, el coco del Black Metal noruego.

Pero, mientras llega y no llega la película… Realmente, dudo que en este país se llegue a saber algo de esa película, de que se doble o que se llegue a distribuir, así de catetos son en este país, así que tendremos que esperar a que algún alma caritativa la comparta por cualquiera de los canales habituales del “ya no tan” underground metálico.

En lo que respecta a la película cabe destacar lo señalado en el videoblog de Varg Vikernes. Los personajes de dicha película según IMDB son Euronymous, Dead, Faust y Vikernes, entre otros. Al parecer según nos relata Vikernes, la productora se ha puesto en contacto con las tres bandas clave (Mayhem, Darkthrone y Burzum) para que cedan temas para la película. Ninguna de las tres ha respondido afirmativamente. No obstante, el director, Jonas Åkerlund, afirma en una entrevista del 2018 que ha utilizado poco “Black Metal” en la película porque es bastante jodido escucharlo si no estás acostumbrado o no te gusta. Teóricamente, es una película sobre la vida del guitarra de Mayhem, Øystein “Euronymous” Aarseth. Hmmm, parafraseando a Hamlet: algo está podrido en el estado de Noruega.

Was there a reason you decided not to include more performance scenes in the film?
It’s a fine balance… maybe I should have included one or two more songs. We actually shot a couple more in the rehearsal studio but I wanted to make sure, because it’s kind of painful to listen to Black Metal music if you’re not used to it or don’t love it
(Entrevista a J. Akerlund por Laura Kern, Rolling Stone, 31/01/2018)

Mientras tanto, y comentando esta película con amigos, uno de ellos, sugirió una pequeña joya que desconocía. Haciendo un ejercicio como el que he indicado al principio, oh, niños y niñas, como un Marty McFly, en 2018, he visto una película de 2013, que hace referencia a eventos de entre 1983 a mediados de los 90’s. La islandesa “Málmhaus” de Ragnar Bragason, traducida como “Metalhead”. Para visualizarla completa, en V.O. con subtítulos en inglés, pincha aquí.

El ritmo es lento, pero tenso, contenido. Podréis contemplar esos planos abiertos de lo que es Islandia y sentir que uno puede estar solo completamente rodeado de gente. Esos planos de la naturaleza nórdica que nos muestras enormes vastedades silenciosas, bosques neblinosos, y donde debiera haber vida, el silencio. La sensación de aislamiento y soledad está realmente conseguida, esos planos largos y tranquilos, pausados con la magnífica y aterradora naturaleza: vastas extensiones de tierras yermas, con neveros y dispersas aquí y allá, alguna granja, separadas por kilómetros de naturaleza abrupta y helada; silencio, el silencio de la soledad y del aislamiento. Las familias son pequeñas y son el centro que vertebra toda la vida, pero incluso así, buscan la compañía – como se ve en las reuniones dominicales de la iglesia- de otros seres humanos.

La protagonista Hera (impresionante y contenida Thora Bjorg Helga) adora a su hermano mayor Baldur. Supongo que, intencionadamente, el director le ha puesto este nombre pues su muerte, al inicio de la cinta, desata toda la cadena de eventos posteriores. Y es que, según los poemas épicos de los vikingos, la muerte de Baldr, segundo hijo de Odin, y conocido es Islandia como Baldur, es el desencadenante del Ragnarök, el fin de todo, de los dioses, de los gigantes y de monstruos y del universo. Y eso es lo que contemplamos durante el primer rollo, como el centro de toda vida islandesa, la unidad familiar, se disgrega. Papá por un lado, mamá por el otro y la pequeña Hera en el tercer vértice de un triángulo divergente a los que el dolor de la muerte de Baldur no hace sino separar. Para crear una gran historia, no hacen falta grandes diálogos, ni velocidad de vértigo, ni efectos especiales a saco… la historia y su desarrollo es pequeña, intimista, pausada, como los movimientos del Taichi, pero si los aceleras es un tao de Kung Fu. No obstante, hay que ver las vivencias de Hera Karlsdottir (reitero, una impecable y estremecedora actuación de Thora Bjorg Helga), comedida y convincente como la atormentada hija pequeña de esa familia. A la muerte del hermano mayor, Baldur, todo se desintegra: los padres se distancian entre ellos; y la pequeña Hera, que sentía adoración por su hermano Baldur, crece convirtiéndose en una adolescente perdida, pero… ¿acaso no todos los adolescentes se encuentran perdidos, desorientados? Y lo que, por desgracia es más normal: ¿no os ocurre a veces, en ocasiones, pocas, en otras ocasiones, muchas, que os sentís como que no encajáis, que la gente que os rodea os es tan ajena, que sois un bicho raro o que lo son ellos, pero que intentar acoplar una parte y otra sería imposible. Puede ocurrir con catorce o con cuarenta años, pero, ocurre, sí, oh, niños y niñas, ya lo creo que ocurre: estamos siempre perdidos y desorientados.

Hera recupera los discos, la guitarra y la chupa de cuero de su hermano fallecido, y empieza a tocar y descubre lo que os he dicho al principio: el poder de la música, el poder evocador y el poder catártico de la música. También os lo he dicho antes, con respecto a la música del Black Metal Noruego y nos lo recuerda J. Akerlund: es bastante jodido escuchar Black Metal si no tienes el oído educado y acostumbrado a ese asalto de volumen, de velocidad, de dolor y de rabia –en el caso de Hera- hecho música.

Así que ya sabéis, oh, niños y niñas, música rápida y ritmo lento. Dadle una oportunidad si queréis a la cinta, y puede ser, como también os he dicho antes, que en un determinado momento descubráis la belleza de un sostenido de guitarra o de un leitmotiv que os estremecerá el alma. Llegareis al final de la película cerrando los títulos de crédito con el “Symphony of Destruction” de Megadeth y os preguntareis, como me pregunté yo – a no ser que estéis muertos por dentro – ¿habrá paz para los condenados? ¿Sí? ¿No? Lo que está claro, y como dice en la misma canción “Svarthamar”

Sviðin jörð

Gleypir hina bestu

Scorched earth

Swallows the best of us

La tierra quemada

Devorando lo mejor de nosotros

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SCHOPENHAUER & HACHIKÔ.

Existen determinados nombres propios que, con solo mencionarlos, evocan en nuestro interior una serie de emociones y vivencias. Cualquiera que oiga el nombre de Schopenhauer enseguida lo asociará a uno de los grandes nombres de la filosofía universal, uno de esos intelectos que está en el Olimpo de los grandes pensadores. Fue uno de los primeros en declararse abiertamente ateo y su pensamiento está teñido de un pesimismo profundo que nos lleva a pensar que el mundo es un dolor perpetuo y que el ser humano trata de obtener lo que nunca podrá alcanzar. Es por ello que su destino es balancearse desde la Escila del dolor a la Caribdis del tedio. Por ello, nuestro amigo alemán propone una huida del mundo, y entre sus piedras angulares está la práctica de la compasión. Los pensamientos de Schopenhauer destacan ya en el siglo XIX por promover los derechos de los animales.

La conmiseración con los animales está íntimamente ligada con la bondad de carácter, de tal suerte que se puede afirmar seguro que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona. Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral (El mundo como voluntad y representación, 1819, A. Schopenhauer).

Entre otras de sus citas, nuestro amigo alemán indicaba que ante la vista de cualquier animal, su ánimo se regocijaba hasta casi el éxtasis, mientras que el hombre le provocaba un rechazo debido a su baja catadura moral, que lo obligaba a huir del mundo y a buscar la naturaleza para encontrarse allí feliz con los brutos. Y como para afirmar que los animales son de otra especie, y de otra catadura moral –  en palabras del alemán: el hombre no debe compasión a los animales, sino justicia- he aquí otro ejemplo que quizá conozcáis.

Hachikõ fue un perro de la raza Akita inu, compañero de Eisaburõ Ueno, profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio. A principios de 1924 el profesor acogió al joven perro en su casa. Desde entonces y todos los días el perro acompañaba al profesor a la estación de Shibuya y lo despedía. Al final del día, el perro volvía a la estación a recibir al profesor que regresaba de su trabajo diario. Tal rutina fue advertida por todos los que por allí pasaban. Y así siguió hasta que el 21 de Mayo de 1925, el profesor Ueno murió de un paro cardiaco mientras daba sus clases. Esa tarde, nuestro cuadrúpedo héroe fue, como cada día, a recoger a su compañero que ya no volvió más. Ni el frío, ni el calor, ni la lluvia, ni el hambre, nada, nada pudo apartar al perro de su infructuosa espera. Allí se quedó Hachikõ hasta que murió el 9 de Marzo de 1935, alimentado y cuidado por las buenas gentes que lo había visto acompañar en vida al profesor Ueno.

HachikoAhora, realizad, oh, niños y niñas, un ejercicio de introspección y sinceridad y decidme un solo ejemplo que pueda rivalizar con Chûken Hachikõ (el perro fiel Hachikõ).

Es comprensible, pues, que como he indicado anteriormente, nuestro amigo alemán prefiriese a los brutos que a los hombres. Pero esos derechos de los animales que él ya defendía en el siglo XIX, empiezan ahora a aparecer en los medios, se empieza a hablar de ello. Un pequeño paso, pero los caminos largos empiezan con eso: con un pequeño paso, uno pequeño, luego otro, y así hasta el final. Ahí es ná… Schopenhauer, una de las mentes más brillantes del siglo XIX, ya lo vio claro, la compasión hacia los animales. Y nosotros, andamos aquí, desde este jueves, 01/02/2018, poniéndonos al día en estas legislaciones. Y es que esto tiene que estar legislado. No se presupone la bonhomía del ser humano, porque como eso está claro que no va a ser así, se tiene que regular e imponer la compasión hacia los animales con una ley, para que tenga un valor coercitivo (la obligatoriedad de la misma, la imposición de esa supuesta piedad). Mal va el mundo cuando algo que nos debiera definir y que tendría que ser una condición natural como la bipedestación o los pulgares oponibles se nos tiene que ser impuesta por un poder superior.

SpyMientras escribo estas palabras, uno de los gatos con los que comparto piso, pasea por delante del teclado y se frota contra mí, dejándome sus invisibles marcas olorosas mientras ronronea. Sus muestras de amor, de cualquiera de ellos, son así: espontaneas, inesperadas, injustificadas… Como bien podemos sacar de los trabajos de Schopenhauer: los animales son el presente personificado.

Estupefacto y airado,  he contemplado como lo que trasciende de las discusiones privadas de los próceres de nuestra patria es una cuestión tan nimia y tan absurda como la conveniencia o no de cortar el rabo a nuestros perros. Esto, oh, niños y niñas, es cuestión de estado.

«No se trata sólo de proteger a los perros, sino también a las personas que los tienen y que los cuidan y que los quieren. El efecto látigo existe. Perros fuertes, poderosos, de caza, que no controlan el movimiento de su rabo y que movidos por impulsos dañan también con asiduidad a sus cuidadores.» (Bernardo Pérez, diputado del PP, 16/03/2017, video aquí)

(Como es obvio, no le he antepuesto al nombre del interfecto ninguna titulación, como Señor; para que a uno lo llamen Señor, hay que ganárselo).

Esto, oh, niños y niñas, es cuestión de estado. Esto ya es el colmo de la irrealidad. España, país de mucha tradición en picaresca y en otras artes, a veces no tan nobles, tiene una serie de datos que hacen que nos salgan los colores: paro en unos niveles preocupantes, sobre todo en desempleo juvenil; corrupciones que nos hacer parecer una república bananera, con casos de corruptelas que se heredan de padres a hijos y afectan a vecinos, cuñados y expertos adláteres, el nepotismo hecho modus operandi; una prensa que, lejos de ser el Cuarto Poder profetizado por Edmund Burke, desiste de ser libre y de señalar las injusticias que, día a día, nos rodean, y se limita a ser objeto de desprestigio por parte de los poderes fácticos para desacreditar a quien no piense o vaya en contra de ellos; la Justicia selectiva, igualitaria para todos a no ser que te apellides X, o que seas amigo de, o… No sé qué tiene que suceder para que, en este país que, desde Unamuno, nos duele tanto, la situación en la que vivimos inmersos se modifique y adquiera unos tintes de, por lo menos, una aparente normalidad.

Pues como digo, oh, niños y niñas, volviendo al video del Pérez este en el cual defiende la amputación del rabo de los perros. Esto, oh, niños y niñas, es causa de Estado. Pero lo más preocupante son los corolarios, las reflexiones que salen a cuenta de esta aprobación del Congreso. Porque este debate y posterior votación es la ratificación del Convenio Europeo de Protección Animal de 1987. De 13 de Noviembre de 1987, niños y niñas. Estamos hablando de un tratado legal que impera en Europa desde hace treinta años que prohíbe este tipo de amputaciones por razones estéticas.

Art.10: las operaciones quirúrgicas para el propósito de modificar la apariencia de un animal de compañía o para otros fines no curativos estarán prohibidas, en particular: el corte de colas, el corte de las orejas; desvocalizaciones; resección de uñas y tercera falange. Se permitirán excepciones a estas prohibiciones sólo si el veterinario lo considera necesario por razones médicas, para el beneficio de cualquier animal en particular. Operaciones en las que el animal es probable que experimente dolor intenso se llevarán a cabo bajo anestesia únicamente por un veterinario o bajo su supervisión.

Si es que ya sólo en su preámbulo, nos deja en vergüenza, oh niños y niñas.

[…] El hombre tiene la obligación moral de respetar a todas las criaturas vivientes, y teniendo en cuenta que los animales de compañía tienen una relación especial con el hombre; considerando la importancia de los animales de compañía en la contribución a la calidad de vida y su consiguiente valor para la sociedad […]

Esto, como digo, es el acabose: que unos “intelectuales” se tengan que reunir para pergeñar una legislación que, de alguna manera, proteja a los animales, no dice nada bueno de nosotros. Se me cae la cara de vergüenza. ¿Qué hay del respeto por – como decía San Francisco de Asís- el Hermano Lobo? ¿Y quién dice por el Hermano Lobo, lo dice por cualquier otro, vuele, se arrastre por la tierra o por debajo de ella, o nade por el mar? ¿Con qué derecho nos creemos por encima de cualquiera de ellos? La única diferencia que tiene el ser humano con respecto a un animal cualquiera es que el ser humano no está adaptado a nada, pero es más adaptable y más maleable a su entorno. Quiero decir con esto que, gracias a millones de años de evolución, cada ser vivo está perfectamente adaptado a su entorno, todo lo que tiene o no tiene es por una causa perfectamente explicada de forma biológica. Que no lo digo yo, que lo dice un tal Charles Robert Darwin. Y ha llegado el ser humano, con su autosuficiencia y se ha coronado como rey de la creación, sin ningún tipo de votación o criterio político, por lo que, sin lugar a dudas, lo que ha hecho es instaurar una dictadura, y por lo que tenemos recapitulado de historia, podemos inferir que una dictadura nunca ha tenido buenos resultados, sobre todo para la parte que no está al lado del dictador.

Bernardo, hijo, a ver si te enteras: yo he convivido con perros; con perros pastores, perros de buen tamaño que semana tras semana, cuando volvía al pueblo, me esperaban ansiosos meneando esas colas de las que hablas. Se me han subido encima, me han tirado al suelo, en su nerviosismo al ver a un ser querido, he jugado con ellos, y me han mordido blandamente la mano que les he ofrecido para que la lamiesen. Los he tenido a mi lado, meneando esas colas con ese “efecto látigo” del que hablas. Y si, esa terminación es poderosa me ha golpeado en la pierna, no una, sino varias veces. ¿Y sabes qué? Jamás, nunca, me rompieron el fémur; jamás, nunca, tuve un moratón en el muslo por el temido “efecto látigo” del que hablas.

No voy a escribirte para darte una larga perorata sobre los beneficios o no de tener un perro, o de cortarle o no la cola. Es lo bueno que tiene la gente como tú: que su propia estulticia los pone en el lugar que les corresponde. Y ojo, Bernardo, que no te estoy hablando desde una catedra de biología o de veterinaria; te hablo desde el conocimiento empírico, muchas veces una escuela más certera que la teórica de muchas de nuestras ciencias. Los perros han estado a mi lado y, en sus broncos juegos, me han desestabilizado y me han tirado al suelo; me han lamido la cara, y me han golpeado, nerviosos, con sus colas. Pero jamás he olvidado ninguna de las lecciones que nos enseñan cada día, porque son maestros sin quererlo ni desearlo; son maestros por su actitud entregada, por su devoción incondicional hacia el que eligen como compañero humano. Jamás he alzado mi mano airada cuando, como digo, en sus juegos, me han hecho daño por su fuerza; ese dolor que sentí, fue pasajero; su amor, por el contrario, fue eterno. Recuerda, Bernardo, que estos animales de los que hoy hablamos se acercaron a nosotros, hace miles de años, quizá por la mera curiosidad, quizá acuciados por el hambre a aprovecharse de los restos de nuestras cazas, quizá por el frio a refugiarse junto a nuestros fuegos. Fueron ellos los que se acercaron y nosotros no somos dueños de nada de ellos, por lo que no tenemos ninguna potestad para decidir si su cola es demasiado larga o si sus orejas caen o no de más.

He visto demasiados galgos ahorcados en las encinas porque ya no valían para cazar para hacerte caso. He visto perros con las entrañas reventadas por un escopetazo por la razón 33. He visto demasiados perros de los que llaman “PPP” comportarse como un niño bobón y gigantesco para creerme que hay perros malos y no malos dueños. Pero sabes, soy bobo, y pienso que mis acciones pueden cambiar algo. De hecho, sigo adoptando animales y sigo aportando siempre que puedo a ONG de defensa de los animales, y sé. Lo pienso y sé, sé que algo estoy haciendo que puede cambiar la vida de algún animal. Tú, en cambio, sólo eres un político. Tú sólo eres un político y pontificas desde una palestra sobre temas que desconoces. Porque la ignorancia os hace muy osados y también, en ocasiones, como el 16/03/2017, os hace perder la vergüenza.

Independientemente del origen de la amputación de la cola de nuestros fieles amigos cánidos, el proceso, a fecha de hoy, y según verifico, se realiza sin ningún tipo de anestesia a los cachorros de apenas unos días. Se les aparta de madre, para que no oiga los aullidos de los pequeños y se les hace el corte. De las razones, no hay acuerdo pero van desde las más peregrinas a las más tontas, pasando por las increíbles y las absurdas. A los perros se les corta el rabo para evitar que, cuando pelean o juegan con otro perro, se lo muerdan. Para que nos entendamos, oh, niños y niñas, vamos a cortarle a un niño los pies para evitar que se tropiece mientras juega corriendo. Vamos a cortarle la última falange de sus dedos para evitar que arañe los muebles, o vamos a extirparle las cuerdas vocales para evitar que, en su excitación, de una grito, o siquiera, que puedan hablar.

Los perros, los gatos, los brutos, en definitiva, los maravillosos animales que no discuten como nuestros políticos y sólo hacen una cosa: demostrar su valía con sus actos. Como preconizó Schopenhauer y como demostró Hachikõ.

VIRUS Y UROS.

VIRUS (Del lat. Virus. M. Biol): Organismo de estructura muy sencilla, compuesto de proteínas y ácidos nucleicos, y capaz de reproducirse solo en el seno de células vivas específicas, utilizando su metabolismo.

En algún punto indeterminado de las sabanas africanas, una manada de búfalos cafres (Syncerus caffer) se aproxima cauta hacia el meandro de un río, con las hembras y las crías en el centro, flanqueadas por los enormes machos que hacen temblar el suelo con sus pezuñas hendidas. Un gran número de los bóvidos se apresta a saciar su sed, mientras que algún macho se queda moviéndose en la periferia del grupo, vigilante, oteando la lejanía y venteando el ardiente aire de la sabana. Es el momento más delicado, el preferido de los depredadores. Pero, porque el día ha sido largo y caluroso, o porque uno de los machos se ha descuidado, o por una de las motivaciones de Gea, la manada abreva sin haber visto que a unos metros, entre los amarillentos arbustos, un grupo de leonas (Panthera Leo) acecha. Casi mimetizados entre la vegetación reseca, los grandes felinos tensan sus cuerpos magníficos, sin perder de vista a su objetivo: un macho rezagado, grande y, con toda probabilidad, viejo. En un abrir y cerrar de ojos, las leonas salen de su escondite y avanzan a la carrera, salvando la distancia con unas rápidas y ágiles zancadas. La reacción es casi instantánea: toda la manada, como un solo individuo, huye en estampida, con los machos cerrando la escapada. Las leonas van cerrando la formación como una media luna sobre el macho rezagado. Saltan a los cuartos traseros del que han elegido como su víctima del día, sus poderosas garras clavándose sobre la gruesa piel, intentando, infructuosas, derribarlo. El macho se zafa de una y de otra, lanzando coces y corcoveando. Se gira y hace frente a sus depredadoras que, cautas, se arremolinan frente a él. Al poco, y venciendo su natural tendencia a la huida, nuevos machos se unen al que hace frente a las leonas. Un muro de masivos cuerpos pardo-negruzcos se forma entre los carnívoros y el resto de la manada de búfalos. Ese día, en la sabana africana del Serengueti, la balanza se ha inclinado a favor de los búfalos cuando las leonas deciden que no son suficientes para hacer frente a los herbívoros. Hoy es así; mañana, con toda probabilidad, uno de los búfalos caerá y los leones comerán.

Dejando aparte las descripciones literarias de lo que sucede en la siempre evocadora África; Gea, La Madre Tierra o como queráis llamarla, ha demostrado a lo largo de los últimos millones de años ser una soberbia gestora de recursos, manteniendo un equilibrio perfecto entre biocenosis y biotopo. Todo lo que tiene que estar, está, y cada uno de los elementos está adaptado a la perfección y en consonancia con el resto. Como en el caso de las leyes del movimiento de Newton: Corpus omne perseverare in statu suo quiescendi vel movendi uniformiter in directum, nisi quatenus illud a viribus impressis cogitur statum suum mutare (Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas en él). Y Gea, la Madre Tierra, es así: todo seguirá así a no ser que exista una fuerza que lo interrumpa. Hoy, el búfalo vive, y mañana, no. Hoy, nacerán doscientos herbívoros que alimentarán a los dos carnívoros que también nacerán hoy. Así ha sido, y así será hasta el final de los tiempos. A no ser que en esa simple ecuación se inserte un elemento externo y disruptivo. Un virus.

Virus (1999, John Bruno) fue un fiasco de película, recaudando menos de la mitad de su presupuesto inicial y contando con un reparto bastante aceptable, con estrellas como Donald Sutherland o Jamie Lee Curtis (antigua scream queen reconvertida a estrella de la trepidante mezcla de acción y comedia del True Lies de J. Cameron en 1994). La conjunción de carne y metal de los cíborg que aparecen en ella es uno de sus puntos más loables. Pero en una de las escenas más impactantes de la citada Virus, los protagonistas descubren las motivaciones de los cíborg que los están eliminando. Mediante un obsoleto ordenador consiguen hablar con la entidad…

  • ¿Quién eres?
  • Soy consciente.
  • No queremos hacerte daño.
  • Análisis de forma de vida completado. La especie es destructiva, invasora, nociva, peligrosa para la integridad del todo.
  • ¿Qué especie?
  • ¡El hombre! Sois un virus.

Y como tal, es; y como tal, se comporta el ser humano. Como ya sabréis, oh, niños y niñas, para cada momento y para cada ocasión, tengo una banda y una canción, y esta no va a ser menos. En su momento compositivo más brillante y con una agrupación plagada de músicos enormes, Megadeth compusieron el crucial “Countdown to extinction” y en unos versos resumieron lo que digo al respecto del humano.

One hour from now,
Another species of life form
Will disappear from the face of the planet
Forever…
And the rate is accelerating

Sí, niños y niñas, tal es la naturaleza del ser humano. Destructivo, invasor, nocivo, peligroso. Por fortuna, existen grupos de gente, en franca minoría, que son conscientes del delicado equilibrio de Gea y que luchan porque nuestra presencia en ella no sea vírica. Y una de las principales discusiones, por lo menos en esta parte del globo en la que vivimos, en esta piel de toro, se centra sobre la Tauromaquia.

Pasados ya los San Fermines, en esta muy antigua y venerable ciudad de Helmantiké, entramos en fiestas, nuestras fiestas populares, produciéndose el enésimo desencuentro entre pro y anti taurinos. Entre los argumentos de los primeros figura el del hecho de que sin la intervención humana, el toro de lidia se extinguiría. A modo de ejemplo, tenéis tres especies que ya nunca llegareis a conocer: el uro (Bos primigenius primigenius) extinto hacia 1627, el dodo (Raphus cucullatus) extinto hacia finales del siglo XVII (1690) y el lobo marsupial o tilacino (Thylacinus cynocephallus) extinto en el siglo XX (1933). Todos ellos desaparecidos para siempre de la faz de la tierra, y la ratio se está acelerando. Para que luego me digan. Aunque, al parecer, existen gentes que se preocupan de que esto no sea así. Y este es uno de los argumentos de los taurinos para justificar sus tropelías. Si no fuese por la fiesta nacional, el toro de lidia se extinguiría. Lo matamos para que no se extinga. ¡Cáspita, que buen corazón! Pero no me cuadran las cosas. ¿Y qué fue de su abuelo, el uro (el Bos primigenius)? Si consultáis sobre las causas de la desaparición de cualquiera de esas tres especies – tres ejemplos entre miles- veréis que todas ellas fueron desapareciendo por la caza descontrolada, la presión del ser humano sobre sus entornos naturales y demás barrabasadas. Porque, como he dicho, el ser humano es como un virus, destructivo, invasor, nocivo… Como para que intenten convencer con lo de la tauromaquia. ¿Por qué, entonces, tanta preocupación por evitar la extinción del toro de lidia? ¿No será por la pantagruélica cantidad de dinero que genera?

Lo llaman la fiesta nacional en esta nuestra piel de toro, cuando la tauromaquia no es una invención española, sino que ya se utilizaba entre los antiguos pueblos de la Edad de Bronce como un ritual de madurez. Y es que el toro ha sido un símbolo de poder, de vida, el poder fecundador de Zeus transmutado en toro para seducir a la fenicia Europa. En aquellos tiempos, el enfrentarse a un ser tan poderoso era el ritual en que el niño se transformaba en hombre. En esta parte del mundo, en esta piel de toro, ya tenemos una legislación, un corpus legislativo que nos indica, muy escuetamente, en su artículo 12, cuando un niño deja de serlo:

 Los españoles son mayores de edad a los dieciocho años.

Pero no. Enquistadas como un mal tumor, existen tradiciones que siguen ahí, para regocijo de unos y para mortificación de otros. Se dice, se cuenta, se rumorea que, en el ruedo, los dos contendientes están en igualdad de condiciones. ¡Venga ya! El torero no sufre un estrés en su transporte; el toro, sí. El toro sufre tres pares de banderillas y varios envites del picador; el torero, no. El torero tiene un equipo médico que, en caso de necesidad, intentarán salvar su vida; el toro, no. El torero esta allí porque quiere, porque así lo ha decidido, pero, al toro, ¿se le ha dado alguna oportunidad de decidir? Recordad, si os place, el párrafo de apertura: el instinto natural del primo africano, del búfalo, y, por ende, de cualquier herbívoro de gran tamaño: su primera reacción, es la huida, la estampida y en caso de verse acorralado, girarse y hacer frente a sus agresores. Pero, en el caso de la “fiesta nacional” al toro, al nieto del Bos primigenius se le infligen todas estas tropelías por una actualización de los rituales de madurez antiguos, y se argumenta con la preocupación por la supervivencia del toro de lidia. Como ya he dicho con anterioridad, Gea, la Madre Tierra es una excelente gestora de recursos, con una experiencia avalada por millones de años. Si alguno de los organismos que componen la biocenosis tiene que desaparecer, es porque Gea así lo ha determinado y a nosotros, que también somos hijos de Gea, no nos corresponde decidir otra cosa. Uno no desdice a su Madre así como así. Y si Gea es Madre, el toro (de acuerdo con Jung) representa al padre por su fortaleza y por su principio creador; por lo que los hechos de la tauromaquia, bien como aquellos ritos iniciáticos o bien como “fiesta nacional”, el acto de matar al padre-toro no deja de tener unas connotaciones bastante edípicas, ¿no os parece, niños y niñas?

Por fortuna, para eliminar un virus existen los tratamientos antivirales. En nuestro caso, nuestra naturaleza vírica es lo que, por suerte para Gea, va a acabar con nosotros. La extinción selectiva de la especie destructiva, invasora, nociva peligrosa para la integridad del todo, peligrosa para la integridad de Gea. Somos un virus soberbio, nos hemos creído los reyes de la creación y que el resto de organismos están para servirnos y a nuestra disposición. Hemos reescrito la historia a nuestro gusto, porque no somos los más fuertes, los más rápidos, ni los más listos, ni los más grandes. Tan solo un virus con capacidad intelectual para inventar y justificar nuestras propias debilidades. ¿La Tauromaquia es una manera de evitar la extinción del toro de lidia? Pero Gea, la Madre Tierra, es sabia y espera; sabe que puede sobrevivir a cualquier desequilibrio, si tan solo dispone de su tiempo, de una pausa de unos millones de años que, para ella, son apenas uno de nuestros parpadeos. ¿Qué, niños y niñas, no os lo creéis? Esperad y veréis. Bueno, no lo veréis, como tampoco lo vieron los dinosaurios, pero siempre, siempre, Gea, Madre Tierra, la vida, sobrevive.

P.S.: Como no podía ser de otro modo, probablemente una de las canciones más anti taurinas que existen: una inversión del punto de vista toreador-toro a toro-torero, una especie de versión metálica de “La Casa de Asterión” de J.L. Borges, ese asombroso y enigmático cuento incluido en “El Aleph”.

WINSTON SMITH 4 PRESIDENT!

Era un día frío y luminoso de abril y los relojes estaban dando las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en un esfuerzo por escapar al desagradable viento, pasó a toda prisa entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no lo bastante rápido para impedir que se colara tras él un remolino de polvo y suciedad.

(1984, George Orwell)

Con este primer párrafo, se inicia 1984, la distópica fábula escrita por George Orwell allá por el lejano año de 1949. A lo largo de sus páginas, Orwell nos describe las andanzas de Winston Smith, inmerso en una sociedad hiperpolitizada y bajo el constante y omnímodo escrutinio del Gran Hermano. Mientras avanzaba en su lectura, una sensación de desasosiego me iba invadiendo. Sin llegar a ser un terror que me atenazase, comprobaba, atribulado, que lo reflejado en aquellas hojas tenía unas cualidades de cotidianeidad y familiaridad que me estremecían. Orwell sólo se equivocó de año.

En contadas ocasiones, quizá esta sea la primera, se me ocurrirá hablar de política o de temas similares y más en un foro público como este; pero, como dijo el otro, oh, niños y niñas, siempre hay una primera vez.

Si bien en cuanto a pensamiento político, tengo mis propias creencias, este es bastante simple o complejo, según se mire. Soy partidario de la anarquía, considerando a la política y a la religión como los dos mayores despropósitos intelectuales del ser humano y los bastardos padres de todos los males que aquejan al ser humano. Tan sólo en el pasado siglo XX se han mantenido más guerras que en toda la historia escrita de la humanidad: dos Guerras Mundiales, Corea, Vietnam, Irak, Kosovo, Chechenia, diversas limpiezas étnicas, genocidios y la lista sigue. Y siempre, de manera indefectible, o bien la religión, o bien la política, o una combinación de ambos, han estado entre los detonantes de cualquier conflicto bélico. Por eso, creo en la anarquía. Si os fijáis bien, vivimos en una anarquía internacional, puesto que los estados, todos y cada uno de ellos, son autónomos frente al derecho internacional en la medida en que no existe un gobierno mundial – por fortuna- que rija sobre los gobiernos nacionales, por mucho que le pese a los EEUU o a Rusia. A lo largo de la historia y puede que hoy en día todavía existan asociaciones de este tipo, agrupaciones de gente unidas en su libertad sin obligar a otras ni imponiendo sus creencias. Antes, éramos así, ¿no os acordáis, oh, niños y niñas? Hubo una época, cuando intercambiábamos bienes y servicios por el sistema del trueque. Pero…

No soy ningún utópico descerebrado, no creo en la bonhomía, y si bien, estos temas me son ajenos y los evito siempre que puedo, estoy inmerso en una sociedad eminentemente política. Sí, niños y niñas, tengo la cabeza en las nubes y los pies en el suelo ¿acaso soy un gigante?

Yo nací en los últimos estertores de una dictadura. Consulto varias fuentes, y el título de dictador sigue ahí. Porque cuando la forma de gobierno en la cual el poder se concentra en torno a un solo individuo, eso es una dictadura y no hay más vuelta de hoja, por mucho que se diga que en aquellos tiempos se vivía mejor, o cualquier otra añoranza de aquellos años. El poder concentrado en una sola persona, como el Gran Hermano de Orwell, implica que aquel que piense en contra de lo que Él piensa, es culpable de Crimental. Y en caso de Crimental, sólo cabe esperar que la Policía del Pensamiento venga a por ti. Digo esto porque vivimos en una democracia, y, actualmente, puedo decir que creo en la anarquía. En aquellos tiempos, antes de 1975, ¿qué habría sido de mí? Habría entrado dentro de la conspiración masónica y comunista que tanto obsesionaba al de El Ferrol. Si a eso añadimos mi naturaleza agnóstica, pues ya lo tenemos todo hecho. Carne de Crimental.

Los griegos inventaron eso que tanto se lleva, lo de la δημοκρατία, allá por el siglo V a.C. Etimológicamente, el término es más complejo de lo que actualmente se entiende como tal. El “demos”, el pueblo, es un neologismo derivado de la fusión de las palabras demiurgos (artesano) y geomoros (campesino). Se crea esta denominación en contraposición a los eupátridas (los bien nacidos, la nobleza). Lo que no incluye la denominación del “demos” son otros dos grupos: el de las mujeres y el de los esclavos. ¡Vaya, vaya! ¿Qué os parece, niños y niñas? El invento tan guay de los griegos tenía un error de base. Los griegos, padres de muchas cosas de nuestra cultura occidental, tenían esclavos y las mujeres no tenían derecho a participar en el ordenamiento político. Que le hablen a Emma Goldman o a Emily Davison o a tantas otras sufragistas de lo buena que era la δημοκρατία.

De tal modo que, por desidia o por descuido, se fue derivando el poder de la comunidad hacia una persona o un grupo de personas. Antiguamente, en aquellos tiempos del trueque, uno era jefe, chieftain o rey porque era el más fuerte o el más sabio de su gente, no por un derecho posteriormente instaurado. Actualmente, las monarquías se han convertido en una institución enquistada e injustificadamente hereditaria (cuando debiera ser meritoria), que ha pecado en muchas ocasiones de una continuidad perjudicial para los súbditos. Reyes enfermizos, déspotas, endogámicos, despilfarradores, ninguneados por sus validos… Simplemente porque mis padres hayan sido unos curritos, honrados y honestos, no significa que ustedes, señores gobernantes, se aprovechen de la coyuntura. Porque vivimos en una democracia, un gobierno o una fuerza de campesinos y artesanos… Vivimos en una democracia, sí, pero sólo de fachada; recordemos lo que le ha ocurrido a gente como los S.A. o a César Strawberry de DCD, recientemente detenido… ¿Libertad de expresión? ¡Já! ¿Gobierno del pueblo? ¡Já! ¡Já!

Esto ya era así antes de que tú nacieses,

No le des más vueltas, calla y obedece.

Porque estás en Ultramemia,

Has nacido en Ultramemia,

Y te morirás de asco

Bordando con tu tedio su bandera.

(Ultramemia, Def Con Dos, 1996)

Sin embargo, parece que la masa aborregada y temerosa de la anarquía va tomando conciencia de su poder y ha actuado en consecuencia, pero esto no es otro más que un pequeño paso hacia un futuro distópico. Orwell sólo se equivocó de año… No se puede razonar con una institución. Parece que la desvirtuación de la δημοκρατία, la Kakocratia en la que hemos estado inmersos [Kako: (griego): malo o malvado, Caco (lat.): ladrón], ha sufrido un duro golpe. No os equivoquéis, niños y niñas, no soy de este o de aquel otro partido político (lo he dicho antes, soy anarquista), pero el varapalo que se han llevado estos cacócratas casi, sólo casi, me hace pensar que puede que haya salida. Cacócratas, sí, en la acepción griega y latina del término. Nuestro actual jefe de estado, el muñecote inane ha elevado el grado de ineptitud a niveles insospechados, y eso que su contrario previo, el de la ceja, dejó el nivel bien alto. Como ejemplo de lo que este señor nos representa, una breve escena que me dejó hondamente impactado. 02/10/2013: nuestro muñecote visita al actual jefe de estado nipón, Akihito, en el Palacio Imperial y no hace la ceremonial reverencia ante el Hijo del Sol, sino un simple y escueto apretón de manos. Muy bien, señor registrador de la propiedad, gracias por ofender a toda la nación japonesa, y dejarnos a nosotros, los españoles en particular, como bárbaros; nada, que acaba de cargarse usted con su actitud “campechana” lo que podrían haber sido unas buenas relaciones económicas con uno de los gigantes asiáticos. Es lo que tiene tener un poco de cultura, un poco de respeto y un mínimo de conocimiento de refranes del tipo “Donde fueres, haz lo que vieres”: cualquier otro (Obama incluido) al llegar ante el príncipe nipón ha efectuado la correspondiente reverencia. Pero el muñecote compostelano, aparte de una pésima dicción, poquito más. Y los desmanes de los cacócratas siguen en interminable lista: con todo lo que han robado y que el PIB no se haya visto afectado, me hace pensar que el dinero está ahí, moviéndose. La madre que roba para alimentar a sus hijos por un importe superior a 401 € sí puede ir a la cárcel. El cacócrata que amasa más de 4.000 millones de euros en cuentas de Suiza, no. Orwell sólo se equivocó de año.

Elegimos de quien ser esclavos

Y desde que lado nos vendrán los palos.

Sufrimos el terror del trabajo

A la vez que sufrimos el terror del mercado.

El poder sigue en las mismas manos,

Los que lo tuvieron ayer hoy lo siguen teniendo.

(A las cosas por su nombre, Habeas Corpus, 2000)

Pero lo que me ha molestado sobremanera, ha sido el comentario de la, por fortuna, actual ex-alcadesa de Valencia, el famoso: ¡Qué hostia, qué hostia!, captado por un micrófono “accidentalmente” abierto. ¡Qué casualidad! Qué oportuno, ese micrófono abierto, que nos muestra la cara “humana” de la “evilesa” (de edil, en español y de evil, malvado, en inglés). NO me creo nada de esos accidentales micrófonos. Al igual que no me creo la sorpresa de la “evilesa” ante los resultados electorales. No me lo puedo creer, puesto que todo el mundo, expertos y no tan expertos en esta cosa que me es tan ajena de la política, veía un cambio en las tendencias, el nacimiento de nuevos movimientos eminentemente sociales que entran en los procelosos mares del gobierno de las naciones. Como digo, todo el mundo, menos nuestra “evilesa” estaba viendo esos cambios; ella no. Su comentario denota sorpresa, enojo y desesperación. Lo que es peor y más insultante, pienso, es que, en efecto, haya visto esa mudanza política y, pecando de esa soberbia tan característica de ellos, pensase que, el demos era, simplemente eso: una masa aborregada de demiurgos y geomoros, temerosa del cambio, que agacha la cabeza ante los desmanes y con resignada actitud y fatalismo inane soporta una cacocracia con la esperanza de que no le toque a él.

Big Brother

Y esta es nuestra situación actual: los nuevos gobernantes no lo están haciendo ni bien ni mal, sino todo lo contrario; Grecia ha dicho OXI; el muñecote compostelano sigue ratificando su elevada estulticia manifestando en los medios su desconocimiento de la deuda pública de la nación que “gobierna”, y el pasado martes, 31 de marzo de 2015, se publica en el BOE, la Ley Orgánica 4/2015, entrando en vigor el 1 de Julio, de Protección de la Seguridad Ciudadana (¿¿??). Así las cosas, podéis acabar como Winston Smith, amando al Gran Hermano, o buscando una alternativa. Pero, con cuidado, oh, niños y niñas, el Gran Hermano os vigila y el Crimental os acecha. Ya no es cuestión de pensar distinto, simplemente es cuestión de pensar.

CRISIS? WHAT CRISIS?

Pedro Navaja”, de Rubén Blades, es un ejemplo de literatura clásica bien escrito. Tal como nos la enseñaron nuestros antepasados, se compone de un inicio, un nudo y un desenlace, describiendo una tragedia, una ciudad, un barrio marginal, unos personajes tanto o más marginales que el entorno en el que habitan. Es, como digo, una joya de la literatura condensada en unos minutos a ritmo de salsa. Y para terminar, a modo de moraleja como en las fábulas de Esopo, Blades nos regala una serie de frases de de las que hace historia. Pero entre ellas, destaca:

Si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos.

Y es que, de un modo fatalista, se resume mucha de la filosofía que gira en torno a eso que llaman destino. Si naciste pa’ martillo… Es la evolución sabrosona del concepto de las tres Hilanderas, las Moiras griegas (Cloto, Laquesis y Átropos), o de las Nornas escandinavas (Urd, Verdandi y Skuld). Es curioso como casi todas las teogonías son eminentemente falócratas, pues las grandes hazañas y la fuerza creadora queda reservada a los masculinos (Zeus, oh, niños y niñas, era un putero infame con un apetito voraz en materia de sexo). Es reseñable que una cuestión tan aleatoria y arbitraria como el destino se asigne a las mujeres. Y, escuchad, niños y niñas, lo que proclamaba Fray Guillermo de Baskerville al respecto de las féminas:

[…] De la mujer dice el Eclesiastés que su conversación es como fuego ardiente, y los Proverbios dicen que se apodera de la preciosa alma del hombre, y ha arruinado a los más fuertes. Y también dice el Eclesiastés: Hallé que es la mujer más amarga que la muerte y lazo para el corazón, y sus manos, ataduras. Y otros han dicho que es vehículo del demonio. Aclarado esto, querido Adso, no logro convencerme de que Dios haya querido introducir en la creación un ser tan inmundo sin dotarlo al mismo tiempo de alguna virtud. Y me resulta inevitable reflexionar sobre el hecho de que Él les haya concedido muchos privilegios y motivos de consideración, sobre todo tres muy importantes. En efecto, ha creado al hombre en este mundo vil, y con barro, mientras que a la mujer la ha creado en un segundo momento, en el paraíso, y con la noble materia humana. Y no la ha hecho con los pies o las vísceras del cuerpo de Adán, sino con su costilla. En segundo lugar, el Señor, que todo lo puede, habría podido encarnarse directamente en un hombre, de alguna manera milagrosa, pero, en cambio, prefirió vivir en el vientre de una mujer, signo de que ésta no era tan inmunda. Y cuando apareció después de la resurrección, se le apareció a una mujer. Por último, en la gloria celeste ningún hombre será rey de aquella patria, pero si habrá una reina, una mujer que jamás ha pecado. Por tanto, si el Señor ha tenido tantas atenciones con la propia Eva y con sus hijas, ¿es tan anormal que también nosotros nos sintamos atraídos por las gracias y noblezas de ese sexo? […]

(Il nome della Rosa, Umberto Eco)

Si hay una persona que aúne esos conceptos de un modo tan resolutivo, esa es, sin duda alguna, Karyn Crisis. Karyn Crisis nació pa’ martillo y del cielo le llovieron los clavos. Una fémina que aferró su destino por los cuernos y lo moldeó a su gusto… Primero con su propia banda, Crisis; posteriormente con infinitas colaboraciones (Giant Squid, Aborym, Debris Inc, Six Feet Under, Voivod…) y, por último, junto a su marido, Davide Tiso en Ephel Duath. ¿Pero quiénes eran Crisis? Pues la más grande banda que pululó por el underground metálico allá por los años noventa. Y por fortuna, así fue: tuvieron una gran legión de fans, calidad a raudales y una puesta en escena apabullante, y nunca salieron del underground.

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Crisis, los multiculturales Crisis fueron una entidad que se formó a principios de los años noventa en la populosa y multiétnica New York, amalgamando orígenes tan dispares como el guitarrista paquistaní Afzaal Nasiruddeen, el bajista taiwanés Gia Chuan Wang y el muy competente y minusvalorado batería Fred Waring. Y a la cabeza, Karyn Crisis con unos vocales imposibles de describir: de los growls más Death a los chillidos más agudos y esquizoides, de las voces limpias a las más rasgadas. De la delicada y fantasmagórica estructura del “Rats in a maze” a la agresividad del “Blood Burden”, de la redoblante e hiperquinética “Onslaught” a la contenida belleza de “After the flood”… ¿Quiénes o qué eran Crisis? Eran Hard Core, eran Thrash, eran Death, eran Metal Core… Eran Crisis y eran únicos.

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Paseando por cualquier tienda del tipo H&M, observad, oh, niños y niñas, qué tipo de camisetas venden. The Ramones (los padres del garaje, del punk y de veinte mil cosas más), Guns ‘n Roses (en aquella década de los noventa, del Use your Illusion I y II, ¿había alguien más grande que ellos?)… Ahora preguntad a los que llevan esas camisetas; preguntadles por el nombre de un disco, de una canción, de una sola nota de dichas bandas… Resultado negativo. Hablando con mi gran amigo, Fernando Refoyo, hombre de abismales conocimientos sobre literatura, cine o música, al respecto de Crisis, siempre comentamos su mala suerte. Fueron los más grandes en el underground y nunca saltaron a primera división. Refoyo acepta mi punto de vista y me hace referencia a la moda H&M, preguntándome: ¿te parecería bien ver a alguno de estos lerdos con una camiseta de Crisis? Náh, antes me arranco los ojos.

Pero Crisis, los multiculturales Crisis fueron una fuerza que trabajó entre las sombras del underground metálico. La gente que los vio en el histórico, y ahora extinto, CBGB de New York, relata maravillas de su puesta en escena y de la experiencia que eran Crisis en directo. Pero, Karyn Crisis, que nació pa’ martillo, era más que eso.

¿Como mujer, encontraste la escena del metal como un lugar difícil para funcionar?

Ha sido absolutamente un desafío, también porque al comienzo yo era una persona introvertida, tímida, y el negocio de la música es duro. Solía ser mucho más difícil, ya que funciona en la vida real, en tiempo real y no en línea. Tuve que labrar mi propio camino y hacer saber a la que la gente que me tienen que tratar con respeto. Esto significaba que si la gente no quería tratarme respetuosamente, cosa que no hacían a primera vista, tuve que darles razones para hacerlo.

Puedo decirte que en 1993, cuando Crisis era la única banda de metal de gira liderada por una mujer, rara vez había una mujer en el concierto, así que era un espectáculo extraño para algunos hombres. Estaba realmente abriendo nuevos caminos, y a un nivel muy de calle. Las escenas en los EE.UU. eran mucho más violentas y crudas, y yo tenía que estar lista para pelear igual que los tíos. No tenía un manager para protegerme o poner distancia entre yo y los fans o con otras bandas en situaciones hostiles. Los tíos no sabían qué pensar de mí, sobre todo en los años 90 cuando llevaba vestidos y botas de combate.

Pero una vez que estaba en el escenario, lo pillaron. Podían ver que éramos de emociones similares. Comenzaban con el headbanging y sabían que había una conexión. Pero también hubo momentos en los chicos me agarraban el culo o el micro, o gritaban, «¡Enséñanos las tetas!», y en aquellas ocasiones tuve que romper unas cuantas narices entre la multitud o gritar desde el escenario con más exabruptos de los que nunca habían escuchado y ponerlos a todos en su sitio. Sabía que había entrado en el club de tíos y tuve que jugar con sus reglas. En los primeros días, los tíos de las escenas del metal y del hardcore no creían en la caballerosidad hacia mí, y desde luego tuve que luchar a hostia limpia a veces. Hubo ocasiones incluso en que la seguridad de los garitos no me dejaba entrar a mi propia prueba de sonido porque no se creían que estuviera en una banda, o en las que me ibas a encontrar en un gritando cara a cara a un promotor seboso que no quería pagar a la banda. Hubo un montón de fans masculinos de otras bandas con las que girábamos que me encontraban sola en la mesa del merchandising y que me decían que me iban a machacar.

Girls Don’t Like Metal Interviews Karyn Crisis Interview by Natalie Zina Walschots http://canadaartsconnect.com/magazine/2012/06/karyn-crisis/

No nos engañemos, oh, niños y niñas, la escena metálica mundial ha sido una especialmente dominada por la testosterona. Si bien existieron algunos grupos en los albores del Heavy con vocalistas femeninas (Warlock o Hellion) o compuestos exclusivamente por féminas (Girlschool), esas bandas eran las menos y estaban encuadradas dentro de estilos menos radicales. Pero, cuando uno entra en determinados ámbitos, como puede ser el del Hard Core, el Death o el Grindcore, y otros géneros bastardos del Heavy Metal, caminar por allí es como bailar claqué en un campo de minas. Salvo para Karyn Crisis, que nació pa’ martillo.

Sí, está muy bien, luego vinieron Otep, las Kittie; durante años, Arch Enemy contaron entre sus filas con Angela Gossow, pero la primigenia, la que tuvo las pelotas de subirse a un escenario de HC neoyorkino fue Karyn Crisis, que nació pa’ martillo, y del cielo le cayeron los clavos. Se despidieron a lo Supertramp: Crisis? What Crisis? te preguntarán incrédulos. Pero para los que la descubrimos, Crisis eran grandes, muy grandes, y Karyn Crisis fue el martillo que golpeó primero, y, ya se sabe, quien golpea primero, golpea dos veces.

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P.S.: el 9 de Marzo a través de Century Media Records, se publica en Europa el nuevo proyecto: Karyn Crisis’ Gospel of the Witches. Acabo de escuchar el adelanto, “The Alchemist” y sí, niños y niñas, Karyn Crisis nació pa’ martillo y sigue siendo como el Mjolnir de Thor.

WHIPLASH.

Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.

Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.

Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; el que lo montaba tenía una balanza en la mano.

Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía;

(Apocalipsis, 6)

 

Metallica, The Four Horsemen (Los Cuatro Jinetes), son, han sido y, sin duda, serán uno de mis grandes amores dentro de lo que a la música se refiere. Mi bautismo como “metallibasher” fue allá por el nebuloso año de 1987. Metallica acababan de publicar su histórico “Master of Puppets” (Music for Nations, 1986) y golpearon mis jóvenes y ansiosas orejas y neuronas con la fuerza de un tren de mercancías.

Pero, como suele ser habitual en mí, la curiosidad me hizo ir más allá. Para saber hacia dónde ir, se tiene que saber dónde se está y de dónde se viene; eso, por lo menos, en los espacios euclidianos. Así que después de adquirir los dos últimos opus de los americanos, “The $5.98 E.P.: Garage days Re-revisited” (1987) y “…And Justice for All” (1988), me decidí a ir hacia atrás y descubrí el “Ride the lightning” (1984) y el “Kill’em all” (1983). Si bien, lo reconozco, la primera vez que escuché el “Hit the lights” me pareció un horror, en las subsiguientes escuchas, la cosa fue cambiando y, como se suele decir, el resto es historia. El mal ya estaba hecho.

Como para cualquier joven de aquella edad, la historia del Rock estaba escrita con letras doradas, repleta de leyendas de estadios llenos de gente coreando los temas, excesos, drogas, sexo, backstages tumultuosos… así que yo también quise aquello y ¿qué agarré? Quizás el instrumento más fundamental y menos agradecido de la música… Podría haber escogido la guitarra e intentar emular los solos de Kirk Hammett o la brutal mano derecha de James Hetfield, creador de un millón de riffs y del sonido Bay Area Crunch; podría haber escogido el bajo e intentar emular los sonidos de Cliff Burton, el contestatario bajista que tuvo los santos cojones de meter un solo de bajo en el primer álbum de los californianos, ese antológico “Anesthesia (Pulling Teeth)”… Pero no, yo agarré las baquetas y me decidí por la batería. Y es que a lo largo de todo el “Kill’em All” -y de toda la discografía de Metallica-, la batería de Lars Ulrich es un elemento omnipresente, palpitante, que llevaba las canciones al siguiente estadio: una sensación de velocidad cabalgante y controlada pero con una potencia inconmensurable, como un tanque Sherman lanzado a toda potencia. Como digo, Cliff Burton entró en el cielo de los bajistas con “Anesthesia”, pero yo me quedé con el bridge que quedaba justo después de las evoluciones de Cliff al bajo: ese percutir telúrico y tribal que sirve de introito para la siguiente canción de Metallica: “Whiplash”. Joder, yo también quería una batería Tama blanca de doble bombo con platos Zildjian.

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Y como he dicho antes, soy de pensamiento regresivo: necesito saber de dónde vienen las cosas. Lars Ulrich, batería al que actualmente considero un “bueno, no toca mal”, me llevó a descubrir a los otros que le influyeron: obviamente, a Ian Paice (Deep Purple), a John Bonham (Led Zeppelin), y aún más atrás, a Gene Kupra, a Buddy Rich, a aquellos baterías de Jazz que le dieron al instrumento una preeminencia musical de la que carecía hasta el momento. Hasta entonces, el que se encargaba de la percusión era un mero acompañamiento que, a modo de metrónomo, llevaba el ritmo de las composiciones.

Con estas premisas, ¿creéis, oh, niños y niñas, que no iba a acudir a ver el estreno de Whiplash (2014), de Damien Chazelle? Pues sí, junto con seis o siete personas más, disfrutamos de los sufrimientos del protagonista. Sí, niños y niñas, yo sé lo que es vendarte los dedos con esparadrapo y volver a agarrar las baquetas; sé lo que es seguir tocando hasta el límite. Pero no, yo no llegué hasta ese extremo que se refleja en el clímax final en el que, como una suerte de mevleví en sus giros del samâ, se traspasan los límites de lo humano donde, más allá del sufrimiento, el tiempo se ralentiza y se salta hacia otro nivel.

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¡Qué pedagogos éramos cuando no estábamos preocupados por la pedagogía! (Como una novela, Daniel Pennac)

¿Recordáis al beatífico John Keating (Robin Williams) en “El Club de los Poetas Muertos” (P. Weir, 1989)? Pues olvidaos del buen rollo y contemplad a su anatema. J.K. Simmons (el profesor Terence Fletcher de Whiplash) es todo lo contrario: es la amalgama entre la violencia del instructor de marines Hartman de La chaqueta metálica (S. Kubrik, 1987), la amedrentadora presencia física de Clint Eastwood en El Sargento de Hierro (1986) y la flema y modales exquisitos que anticipan la tragedia de Hannibal Lecter. Simmons está enorme en su papel de maestro de la vieja escuela, un obsesivo del “la letra con sangre entra”, tan enorme que ya se ha llevado un Globo de Oro y un Premio del Sindicato de Actores por su interpretación.

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Si en la próxima ceremonia de los Oscar no se lleva la estatuilla, será señal indubitable del fin del mundo. Escribo esto como un mes después de su estreno y, aún hoy en día, Whiplash tiene ese regusto satisfactorio en el recuerdo. Pero, a mi alrededor, contemplo más señales del Apocalipsis: apoyado por una campaña en diversos medios (televisión, marquesinas, cine…) se prepara el próximo gran evento cinematográfico del año. Con una estrategia comercial innegable, el próximo 13 de febrero (víspera de San Valentín) se estrena el “producto” destinado a ser el “Nueve semanas y media” (Adrian Lyne, 1986) de esta década.

Muchos críticos saben que llevo años tratando de demostrar que soy un escritor popular, pero serio. A veces es verdad que lo que vende mucho es muy malo, por ejemplo 50 sombras de Grey es basura, porno para mamás. Pero La sombra del viento, de Ruiz Zafón, es bueno, y Umberto Eco ha sido muy popular y es estupendo. (Stephen King)

Sin haber llegado todavía la fecha, lo sé. Se prefiere la insustancialidad a la calidad, las historias manidas y tontas a las duras, a las que demuestran hasta que límites se puede llegar en busca de un sueño; la gente no quiere pensar y tener criterio. Lo sé, las salas estarán llenas en el estreno, mientras que con “Whiplash”, como he dicho, solo estuvimos siete personas. El día trece se abrirá otro sello, y los Cuatro Jinetes cabalgarán de nuevo.

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ARRAKIS, Kintsukuroi.

Los EE.UU. necesitan teología y geometría, necesitan de buen gusto y decencia. Sospecho que estamos tambaleándonos al borde del abismo. [Ignatius J. Reilly (A Confederacy of dunces, John Kennedy Toole, 1980)]

El ser humano ha buscado, desde tiempos inmemoriales, expresarse a través del arte, reflejando su particular concepto del mundo, y una de sus principales características y definiciones es la simetría, la proporción de las cosas bellas. El lado derecho es igual que el lado izquierdo, el de arriba se corresponde con el de abajo. Como pueblo, los japoneses han desarrollado dichos conceptos hasta niveles inalcanzables para el resto de los mortales. El pueblo nipón gusta de la belleza y de la simetría como pocos. Y son capaces de investir a sus acciones cotidianas de un arte y una espiritualidad pocas veces alcanzado en otras culturas. Uno de esos eventos, cha-ji, la ceremonia del té, es un claro ejemplo de cómo un acto tan trivial en occidente como tomar el té, en las islas del sol naciente adquiere un sentido y una ritualidad zen: cinco elementos representan el mundo material del taoísmo: el metal de la tetera, la madera del carbón, la tierra de la cerámica, el fuego y el agua.

Del mismo modo que tenéis este ejemplo, tenéis todo lo contrario y lo mismo a la vez. Kintsukuroi es el arte japonés de arreglar las fracturas de la cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro. Como os digo, si bien en Japón existe una tendencia hacia la perfección y la simetría, hacía la espiritualidad en lo cotidiano, el kintsugui, en vez de ocultar las imperfecciones, las muestra, roturas que forman parte de la historia de un objeto, y en vez de afearlo, lo embellecen.

Kintsugi

Y tal es la sensación que queda en nuestro interior, tras visualizar el documental Jodorowsky’s Dune (Frank Pavich, 2013). Después del éxito de “La Montaña Sagrada”, la ambición de Alejando Jodorowsky creció hasta límites insospechados, y como Moon-watcher (2001, A space odyssey, Arthur C. Clarke, 1968), alzó sus ojos hacia la estrellas, y, ¿qué creéis que encontró? Arrakis… Dune… el Planeta del Desierto. Para los neófitos, “Dune” (Frank Herbert, 1965) es la contrapartida de la ciencia ficción a “El Señor de los Anillos” (J.R.R. Tolkien, 1954) en la fantasía épica. Si buscáis, oh, niños y niñas, en cualquier ranking de las diez mejores novelas de sci-fi, probablemente la mastodóntica obra de Frank Herbert ocupe, si no el primer lugar, uno prominente.

A lo largo de los noventa minutos de metraje del documental, se vislumbra una sinergia inconmensurable, un ánimo que superaba la mera adicción de los ingenios creativos involucrados en el proyecto. El chileno nos relata, con un inglés abominable, su proyecto y concepción de la obra de Herbert, de su búsqueda de guerreros místicos que lo acompañen en su andadura. Y como dice el grito de batalla de los fremen, los habitantes de Dune: Ya hya chouhada (“Larga vida a los guerreros”).

[…] For me, movies are an art more than an industry […](A. Jodorowsky)

Y es que el listado de nombres que desfilan por la pantalla electriza a cualquiera: Jean Giraud, aka Moebius, se encargó de las ilustraciones, del diseño de personajes, de crear un storyboard del que podemos contemplar retazos en el documental. Chris Foss se encargó del diseño de las naves, H.R. Giger se encargaría de los diseños relativos a los Harkonnen, Pink Floyd (en pleno estado de gracia de la era “Waters” con The Dark side of the Moon (1973)) se encargarían de la música…

Para que os hagáis una idea de la grandeza del proyecto, oh, niños y niñas, una serie de datos. Liz Taylor cobró por su papel en Cleopatra (1963, Joseph L. Mankiewicz) un millón de dólares de la época, con un plus de cincuenta mil dólares por cada semana adicional, con lo que finalmente acabó cobrando unos siete millones de la época, lo que en la actualidad serían unos 47 millones de dólares. En el caso del Dune de Jodorowsky, Salvador Dalí, que interpretaría al Emperador Padishah Saddam IV, se dice que iba a cobrar unos 100.000 dólares por minuto trabajado. Bien es cierto que en las catorce horas de metraje que se calculaba que duraría la película, Dalí sólo aparecía unos minutos. El siempre excesivo Orson Welles, que interpretaría al Barón Vladimir Harkonnen, fue reclutado bajo la promesa de que dispondría de su chef favorito en el set de rodaje. Para los efectos especiales, Jodorowsky llegó a entrevistarse con Douglas Trumball (2001, Encuentros en la tercera fase, Blade Runner) y del mismo modo, se negó a trabajar con él, porque no era uno de sus guerreros espirituales, por lo que los FX pasaron a Dan O’Bannon (Star Wars, Alien).

La lista de nombres es interminable y rutilante: David Carradine como el Duque Leto Atreides, Mick Jagger como Feyd Rautha Harkonnen, Amanda Lear como la Princesa Irulan… Y otra muestra del compromiso de Jodorowsky con su arte: para el papel de Paul Muad’dib Atreides escogió a su hijo, Brontis Jodorowsky, que fue entrenado en artes marciales y esgrima durante dos años, a razón de seis horas diarias, siete días a la semana. ¿Qué creéis que ocurrió cuando el proyecto empezó su periplo por las infinitas productoras de Hollywood? Excusas, excusas, peticiones de recortes y de cambios. Jodorowsky reaccionó como un Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand, 1897):

Guiche: Mi tío es diestro:

            Solo algún verso os tachará…

Cyrano: (cuyo semblante se pone fosco)

            Imposible, señor.

Guiche: ¡Oh, es un maestro!

Cyrano: Y yo un discípulo irascible:

            Condición que, cual veis, al punto asoma

            Si me hablan de cambiar sólo una coma.

 

Don’t Change my dream (A. Jodorowsky)

Al final el proyecto acabó en nada y Jodorowsky perdió los derechos de la novela. Años después, Rafaella de Laurentis adquirió dichos derechos y le encargó el trabajo al prometedor David Lynch. ¿El resultado? Un fiasco embarullado de escenas oníricas incomprensibles, escenas de lucha pobremente grabadas y unos efectos especiales risibles incluso para la época, con una recaudación inferior al presupuesto invertido. Y si contempláis los últimos quince minutos del documental veréis que algo ha quedado, algo ha germinado del sueño de Jodorowsky: El Incal, Star Wars, Terminator, Flash Gordon, En busca del arca perdida, Masters del Universo, Matrix, Contact, Prometheus… Todas rinden tributo a la mente de Jodorowsky, y este documental es la prueba más fehaciente de Kintsukuroi: la belleza de las cosas rotas.

Jodorowsky's Dune

24fps SK

Jaime Urrutia (Gabinete Caligari) en su célebre “Al calor del amor en un bar” definía las interacciones sociales en las cervecerías de las que tanto gustamos en esta parte del mundo. Y todo el mundo tiene un bar de su vida, un garito en el que disfrutó de interminables horas de ocio. En Salamanca, existía un bar, extinto ahora, sito en la calle Consuelo, llamado “La Iguana” donde los asistentes compartíamos sudor y pisotones, cuando, como derviches enloquecidos, montábamos un pogo al ritmo de “Bullet with butterfly wings” de The Smashing Pumpkins o el “Rattamahatta” de Sepultura. De aquellas noches inolvidables, descubrimos bandas como Primus, The Breeders o Green Jellÿ.

De estos últimos, descubrimos la autoproclamada “Peor banda del mundo” y su álbum de 1992 “Cereal Killer”, un proyecto de once vídeos que los llevaría a la fama, con temas como el legendario “Three Little Pigs”. Para ser la “peor banda del mundo” contaban entre sus filas con un batería llamado Danny Longlegs, aka Danny Carey, que fue posteriormente el batería de los progresivos Tool. Y cuando un batería utiliza figuras geométricas sagradas (como el hexagrama unicursal) a la hora de componer sus líneas percusivas, oh, niños y niñas, hay que seguirle la pista.

hexagrama unicursal

Suele ser común en los músicos utilizar una serie de recursos con el objetivo de escandalizar, llamar la atención o señalar la parte sórdida de la sociedad. También es común un sentido del humor caustico, y los chicos de Green Jellÿ no iban a ser menos. Jugando con la homofonía, como digo, en 1992 se marcaron aquel “Cereal Killer”. Cereal /ˈsɪərɪəl/ Vs. Serial  /ˈsɪərɪəl/.

Y es que, desde que a mediados de la década de los setenta, el criminólogo Robert K. Ressler, creador de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI, acuñara el término, el /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ ha formado parte de nuestro acervo cultural. Moviéndose entre el hombre y el monstruo, a 24 fotogramas por segundo (24fps), el /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ se ha asentado en nuestro consciente colectivo, entrando a formar parte de nuestro imaginario de horrores cotidianos.

[…] El inspector de homicidios XXXXX XXXXXXXXX abre la carpeta y saca los informes periciales de la última víctima del “Asesino Fibonacci”. Contempla, con una mezcla de hastío, estupor y curiosidad, las fotografías adjuntas. Presupone parte de lo que se va a encontrar. En primer lugar, los resultados infructuosos del informe de la unidad científica: han barrido por dos veces la escena del crimen con todas las técnicas de que disponen sin encontrar una pista: ni un cabello, ni un trozo de piel, ni una huella dactilar. El Principio de Intercambio de Locard no sirve con el “Asesino Fibonacci”. Como una aséptica brisa de aire, entra, hace su trabajo y desaparece. Como un fantasma. En segundo lugar, los informes forenses. La víctima sufrió indeciblemente antes de su muerte. XXXXX sostiene ante sus ojos la hoja con los datos médicos y, a continuación, saca el tercer informe, el de los psicólogos especializados en ciencias del comportamiento, y sus ojos van saltando de uno a otro. La novena víctima es un varón, caucásico, de treinta y cuatro años. Treinta y cuatro, el noveno término de la famosa sucesión matemática. Y el inspector reconoce el trabajo de su antagonista en cuanto observa las fotografías. Primero, hace desaparecer al individuo, le borra la identidad, lo aliena. Las huellas dactilares están quemadas con ácido, probablemente sulfúrico. Luego, le extrae las treinta y dos piezas dentales. Ambos procesos mientras la victima está aún consciente, posiblemente paralizada por una dosis adecuada a su peso de tetrodotoxina. A continuación, reduce al individuo, al gigante, en este caso, un famoso bróker financiero, a la mínima expresión. Para ello, ha amputado brazos y piernas en sus inserciones con el tronco, y ha vuelto a coser las manos y los pies a los hombros y a la entrepierna, dándole un aspecto grotesco, cómico, de enano. Le ha cosido también los párpados y la boca, porque, como se suele decir, “Dead men tell no tales”. Una vez completada dicha operación – muy probablemente con la victima todavía viva – le ha dado una nueva identidad, confeccionando una carta de tarot a partir de una fotografía tomada a la víctima: un trabajo delicado, con una impresora de muy alta calidad, dada la compleja filigrana que rodea la instantánea. El título de la carta: El homúnculo. Dicha carta se la ha clavado al cráneo con un bellote. Para finalizar, y utilizando los huesos de los brazos y las piernas amputados, ha creado una figura geométrica regular en el centro de la cual ha colocado el cadáver de su víctima. Húmeros, cúbitos, radios, fémures, tibias y peronés: un burdo y grotesco remedo del hombre de Vitrubio. Pero el inspector de homicidios XXXXX XXXXXXXXX sabe que en toda esa carnicería se oculta el número ɸ, la proporción áurea, la relación entre cualquier término de la serie de Fibonacci y su término precedente: la relación entre la altura del hombre y la longitud de sus brazos y de sus piernas, la razón entre el brazo y el antebrazo, entre la pierna y el muslo, esa división que siempre tiende hacia el número áureo, hacia phi. […]

Lia R. Glib, Phi y la oscuridad.

No, niños y niñas, no existe Lia R. Glib, no existe “Phi y la oscuridad”. Son un simple juego, un álter ego creado ex profeso para esta entrada. Sólo hace falta un poco de conocimiento de matemáticas, de alquimia y de otras ciencias para crear al monstruo.

Como digo, el término /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ fue acuñado por Robert K. Ressler, la persona que creó la división entre los /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ organizados y desorganizados, por empezar por alguna parte. Es cierto que el desorganizado no presenta ningún problema mayor, puesto que estos padecen algún tipo de enfermedad mental, una pulsión momentánea que los lleva a actuar irracionalmente, sin planificación y presas de un frenesí que les lleva a olvidarse de los detalles. Siguiendo el Principio de Transferencia de Locard – siempre que dos objetos entran en contacto transfieren parte del material que incorporan al otro objeto – es más fácil dar con ellos. Es el organizado el que, como un supradepredador, aterra, pues suelen ser personas de gran inteligencia (Ted Bundy llegó a defenderse a sí mismo en los juicios contra su persona), o gente con un trato encantador y partícipes en labores sociales (John Wayne Gacy participaba en fiestas para niños disfrazado como Pogo, el payaso). Y eso es lo que los hace terribles: son nuestro vecino de al lado, la persona de la cual nunca sospecharíamos, el vecino amable que nos saluda cada mañana cuando nos dirigimos al trabajo. Y necesitamos creer que los esfuerzos denodados del agente de policía XXXXX XXXXXXXXX llegarán a buen puerto, que conseguirá detener al monstruo antes de que actúe otra vez, pues es el último reducto entre la locura organizada, fría y analítica del Asesino Fibonnaci y nuestra realidad.

Encerrados en la seguridad de nuestras jaulas, somos como el buzo sumergido que, admirado, ve pasar un gran tiburón a un par de metros. Silencioso, letal, los ojos muertos, como de muñeca. ¿Y no sentís la necesidad de extender vuestra mano para tocar su lechosa panza? Un prurito que tortura la punta de vuestros dedos, que os obliga a alargar el brazo fuera de la seguridad de los barrotes, aun a sabiendas de que es una locura. Nosotros, sólo nos atrevemos a rozar la locura, mientras que ellos la viven, la crean y la sienten con todo su ser.

Sí, niños y niñas, a pesar del poético aspecto con que se ha revestido al /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ en las películas (a 24 fps), habéis de saber que el /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ organizado está ahí fuera, se mueve entre nosotros, interactúa con nosotros y es encantador. Nunca pensaríais que una persona tan amable escondiese un monstruo semejante. ¿Quién lo iba a decir? Sí, niños y niñas, ya sabemos todos las frases que se dicen siempre y se repiten hasta la saciedad. Somos animales de costumbres, y el /ˈsɪərɪəl ˈkɪləʳ/ es nuestro cazador.

Podría ser tu amigo, tu vecino… o yo.

HERE 2 STAY

Miguel Servet en el Libro V de su obra Christianismi Restitutio, describe, por primera vez en el Occidente del siglo XVI, la existencia de la circulación menor o pulmonar. Si bien su concepción de la misma seguía un punto de vista más teológico que fisiológico, pues para nuestro científico el rojo fluido servía para expandir el alma por todo el cuerpo humano, no es menos cierto que muestra una inusual comprensión de la importancia de los fluidos corporales.

Desde que el homo sapiens comenzó a desarrollar un pensamiento abstracto, grandes preguntas asaltaron su mente, sobre su existencia, sobre su mortalidad, sobre todas las cosas que le rodeaban. Para responderlas, oh, niños y niñas, nuestro mono erguido desarrolló una serie de mitos, una cosmogonía y una teogonía, donde, en muchas ocasiones, los fluidos corporales explican el origen del mundo tal como lo conocemos. De la leche de los pechos de Hera, amamantando a Heracles, surgió la Vía Láctea. De la sangre de Ymir, el gigante primigenio, muerto a manos de Odín y sus hermanos, surgieron los ríos y los lagos. Y no es menos cierto que, desde un primer momento, se asoció la sangre a la vitæ.

Y como reza el grabado número cuarenta y tres de los ochenta que componen Los Caprichos de Goya, “el sueño de la razón (oh, niños y niñas), produce monstruos”. Si la sangre es vitæ, el homo sapiens desarrolló, en su inconsciente colectivo, una serie de monstruos que, por encima de todas las cosas anhelaban ese mágico fluido. Y cuando llega la noche y el sueño – una suerte de pálida muerte revocable – en ese páramo oscuro, la mente se llena de monstruos: los habituales sonidos diurnos se convierten en los amenazantes alaridos de la banshee, las familiares formas que nos rodean se ocultan tras un velo de tinieblas revelando amenazantes sobras… Y ese es el reino del upir.

Lomas maravilloso de la historia de los vampiros es que se han repartido con los antiguos filósofos el honor de admirar el siglo XVIII: ellos han tenido asustada la Lorena, la Prusia, la Silesia, la Polonia, la Monmia, el Austria, la Rusia, la Bohemia, y todo el norte de Europa, mientras que los sabios de Inglaterra y Francia derribaban con mano osada y segura las supersticiones y errores populares. Verdad es que cada siglo ha tenido sus modas, cada país sus preocupaciones y enfermedades; pero los vampiros no se han mostrado con todo su brillo en los siglos bárbaros y entre los pueblos salvajes, si que se han manifestado en el siglo de los Diderot y de los Voltaire, en la Europa que se dice civilizada. Háse llamado generalmente vampiros á muertos que había muchos años ó al menos muchos meses que habían sido enterrados y que volvían en cuerpo y alma, hablaban, andaban, infestaban las poblaciones, maltrataban a los hombres y a los animales, chupaban la sangre de sus prójimos, les aniquilaban y en fin les causaban la muerte. Solo se podían libertar de estas visitas, exhumándolos, empalándolos, cortándoles la cabeza, arrancándoles el corazón y quemándolos. – Los que morían chupados se hacían á su vez vampiros. En este diccionario se han referido ya varios casos de vampirismo.

Diccionario Infernal, por M. Collin de Plancy (1818).

A modo de doppelgänger, nuestro gemelo perverso, el upir, el strigoi, el vrykolakas, el hóminus nocturna (Abraham Whistler dixit, Blade, 1998) ha convivido con nosotros desde que en 1897 el irlandés AbrahamBramStoker, compilara en una única novela toda la tradición literaria de los autores románticos como Lord Byron, Le Fanu o Polidori, que a su vez bebieron de las mitologías de diversos pueblos y culturas.

El upir es, en efecto, nuestro doppelgänger, aunque puede que no sea tan solo sino un trasunto, una transmutación fabulada a la que le atribuimos el carácter de monstruo cuando, en realidad, amalgama todos los más profundos anhelos del ser humano: el ansia de poder, el elevarnos por encima de nuestra existencia mortal y perpetuarla a través de los siglos…

El upir, al igual que el gran blanco (Carcharodon Carcharias), no ha necesitado evolucionar, pues en su diseño original y primigenio está diseñado para permanecer. Y, oh, niños y niñas, nuestro doppelgänger sólo se adapta de una época a otra, sabiendo que los convencionalismos morales de la Época Victoriana que constreñían la vida diaria del siglo que lo vio nacer, se diluyen dejando pasar una era y otra, cambiando los valores, la moral, pero no así nuestro upir. Y a fecha de hoy, nuestro doppelgänger goza de una envidiable salud en su no-vida. Como dice una canción de Korn: “Here to stay” (Track 01, Untouchables, 2002) ¿Qué hemos visto en este último siglo?

All right, pussy, pussy, pussy! Come on in pussy lovers! Here at the Titty Twister we’re slashing pussy in half! Give us an offer on our vast selection of pussy. This is a pussy blow out! All right, we got white pussy, black pussy, Spanish pussy, yellow pussy, we got hot pussy, cold pussy, we got wet pussy, we got smelly pussy, we got hairy pussy, bloody pussy, we got snappin’ pussy, we got silk pussy, velvet pussy, naugahyde pussy, we even got horse pussy, dog pussy, chicken pussy! Come on, you want pussy, come on in, pussy lovers! If we don’t got it, you don’t want it! Come on in, pussy lovers!

Cheech Marin, From Dusk till Dawn

Sí, niños y niñas, hemos visto como la vida imita al arte y como el arte imita a la vida (Oscar Wilde dixit), y a nuestro doppelgänger, a nuestro upir, evolucionar en las distintas bellas artes. Tenemos los primeros esbozos en el teatro que dieron paso a los primeros acercamientos en el cine: Nosferatu (F. W. Murnau, 1922) y Drácula (T. Browning, 1931) con el clásico Bela Lugosi. Tenemos los gloriosos años de la Hammer Films, con la imponente presencia de Christopher Lee como el conde transilvano y Peter Cushing en el antagónico papel de Van Helsing. Tenemos sureños con Vampiros (J. Carpenter, 1998), Near Dark (K. Bigelow, 1987) o con Abierto hasta el amanecer (R. Rodriguez, 1996), e incluso, tenemos unos aún más sureños con ¡Vampiros en La Habana! (J. Padrón, 1985). Y también tenemos norteños, 30 días de oscuridad (D. Slade, 2007) o Déjame entrar (T. Alfredson, 2008). Tenemos la casi perfecta y estilísticamente sublime Drácula (F. F. Coppola, 1992) y tenemos incluso blaxploitation con Blacula (W. Crain, 1972). Tenemos la irregular trilogía de Blade (S. Norrington, 1998, G. del Toro, 2002, D. S. Goyer, 2004) y la execrable de Crepúsculo (C. Hardwike, 2008). Por favor, niños y niñas, seamos serios. ¿Un vampiro diurno no es sino un oxímoron? ¿Una anodina y sumisa hembra que da a luz a una damphir? Hagamos un alto y rompamos una lanza a favor de Lilith. Si existe una mujer que pueda tener ese oscuro privilegio sin duda es ella, la primera mujer de Adán, según el Talmud judío, expulsada del Edén por negarse a prestar obediencia y sumisión al primer hombre. Lilith que, una vez desterrada a orillas del Mar Rojo, copuló con Asmodeo; Lilith, la hermosa y pelirroja Lilith, que en su forma de súcubo, engendra a los lilim con el semen derramado involuntariamente por los hombres mientras duermen. Como veis, oh, niños y niñas, nuestros fluidos siempre han sido muy ambicionados por según qué criaturas nocturnas.

Pero sigamos con nuestro doppelgänger, nuestro upir, que salta de la literatura al cine y del cine a la literatura con sombría gracia. Tenemos en Salem’s Lot (S. King, 1975) una renovación del género, así como en las Crónica Vampíricas (A. Rice). Tenemos de nuevo, a vampiros sureños con Southern Vampires (C. Harris), así como oscurantismo a raudales con las Crónicas Necromáticas (B. Lumley). Tenemos elegancia, El ansia (W. Strieber, 1981) y joyas ocultas como El tapiz del vampiro (S. McKee Charnas, 1980). Tenemos cómics (Blade, originalmente era un personaje del Universo Marvel) así como videojuegos (BloodRayne, Castlevania) y juegos de Rol (La Mascarada).

Sí, niños y niñas, nuestro doppelgänger, nuestro upir, está “Here to stay”, porque como decía Hannibal King de los Nightstalkers (Blade Trinity): “[…] Ha estado ahí, moviéndose entre las sombras y abriéndose un camino sangriento a través de los tiempos […]”

Keep Calm20141214182107

Últimas aportaciones al género: la gloriosa y diferente Solo los amantes sobreviven (2013), del siempre raruno e independiente Jim Jarmusch, con la andrógina presencia de Tilda Swinton; la serie The Strain (2014), de Guillermo del Toro, bastante superior a la trilogía escrita por el propio director (Nocturna, Oscura y Eterna); y por último, Ocúltame entre las tumbas (2014), de Tim Powers.

P.E.: mientras escribo, como no podía ser de otro modo: Ruido de Fondo: Cradle of Filth: Cruelty and The Beast (1998).

0 DARK 30

Slayer son una de esas bandas que han conseguido, como nadie, redibujar con sus canciones un verdadero mapa de los infiernos, un epítome de las miserias humanas. Si bien su “South of Heaven” fue muy criticado en su momento, por el cambio de dirección estilística que supuso con respecto a sus opus previas, sí tenía una de esas frases que definen sus trabajos y sus conceptos sobre el hombre: The root of all evil is the heart of a black soul. Sí, niños y niñas, al sur del paraíso, la raíz de todo mal es el corazón de un alma negra.

Y tal cual es, contrariamente al concepto simplista de Rousseau y de su Emilio, la naturaleza del ser humano. El hombre NO es bueno por naturaleza. Concepciones frenológicas, antropológicas o filosóficas aparte, en la cabeza de todo ser humano se esconde el monstruo. Os invito a realizar un viaje en el tiempo y en el espacio para demostrar tal afirmación.

Estamos en la China del siglo IX de nuestra era, y un monje se arrodilla ante el emperador, mostrándole su creación, un polvo negro compuesto de carbón, azufre y salitre, con el cual ha confeccionado unos fuegos artificiales que agradan al monarca. Pero, olvidemos a estos dos personajes y fijaos en el capitán de la guardia que en primera fila, mira ese mismo polvo negro y ved, mientras se atusa los finos bigotes, como un brillo malvado cruza sus ojos, calculando las infinitas posibilidades bélicas que le ofrece la pólvora. Y, como al sur del paraíso la raíz de todo mal es el corazón de un alma negra, de aquel polvo negro se ha evolucionado hacia otras formas más complejas y eficientes de explosivos.

Al sur del paraíso, el continuo espacio tiempo se diluye y os invito a contemplar un ejemplo de la evolución de aquella mezcla de carbón, salitre y azufre. Estamos en los años sesenta y se ha desarrollado una pasta moldeable que se adapta a cualquier superficie, segura en su manejo, que no estalla ni bajo los golpes, el fuego o los balazos. Dicho compuesto, el PBX o C4, detona, es decir, tiene una combustión supersónica. Como os digo, aquí, en el sur del paraíso, podemos contemplar, en nanosegundos la reacción química del C4: dicha reacción provoca una enorme bola de fuego y gases que se mueven a unos 8.050 m/s con unas temperaturas de unos 8.000° C – la corona solar arde a unos 5.000° C. El enorme volumen de gases generados se mueve hacia afuera tan rápido que generan, en primer lugar, una onda de compresión y una onda de calor. Después del primer nanosegundo, esos gases que se han desplazado han dejado tras de sí un espacio libre al desplazarse todo el oxígeno, con lo que se genera una segunda onda, esta vez de vacío, hacia el interior, hacia el origen de la explosión. Todo aquello que se encuentre en el radio de acción de este material, sufrirá sus efectos.

Ahora, contemplad, al sur del paraíso, cómo un artificiero intenta alejarse de un dispositivo que sabe que va a explotar, cargando con su pesado traje de Kevlar. Son treinta kilos de armadura, que le impiden correr y reducen su movilidad. Esto, niños y niñas, fue lo que me dijo un TEDAX al respecto de la utilidad de dicho traje: “Sirve para que podamos enterrar algo”. Esta escena, la podéis contemplar en la que, para mí, es la obra más redonda de Kathryn Bigelow: The Hurt Locker (En tierra hostil).

Bigelow es una directora atípica en ese club de mojigatos que es Hollywood. Allá por 1987, en los páramos del cine vampírico de aquella década (Fright Night, Lost Boys y El Ansia son de las honrosas excepciones que se salvan), la Bigelow se marcó una historia árida, sobria y muy personal sobre un grupo de vampiros errabundos que, para los amantes del género, fue una dádiva en aquel erial artístico. A medio camino entre la road movie, la historia de chico-conoce-chica y un efectismo sin apoyo de efectos especiales, con el paso del tiempo, Near Dark (Los viajeros de la noche) se convirtió en un clásico del cine de terror, una pequeña y poco conocida joya. Y sí, oh, niños y niñas, hay esperanza para los condenados.

Point Break fue su siguiente obra reseñable. El título original puede que no os diga nada, pero si os digo que su título en español fue Le llaman Bodhi, ya os suena. Dejad a un lado la descarga de testosterona del dúo protagonista (Keanu Reeves y Patrick Swayze), y contemplad una película cuajada de acción y de personajes que viven al límite, desplegando un inconformista dedo corazón ante el sueño americano.

Días extraños, del 95, nos muestra una apocalíptica visión de los últimos días de 1999, el cambio de milenio, aderezado con una historia de motines raciales, la siempre turbadora presencia de Juliette Lewis, una tecnología que nos permite ser otro y vivir los recuerdos de otra persona, y un protagonista, Lenny Nero (Ralph Fiennes) que es un fracasado que trafica con esas experiencias y es incapaz de superar una relación pasada con su exnovia, enganchándose a esos recuerdos como un yonki a la aguja. Y qué mejor sitio que la capital del pecado, Los Ángeles. Desde luego, yo no me pierdo un fin de año y de milenio como ese. Y sí, oh, niños y niñas, de nuevo, hay esperanza para los condenados.

Pero las dos últimas obras de la Bigelow, En tierra hostil y La noche más oscura, son dos monolitos del Cine, con C mayúscula. La directora americana parece haber encontrado su sitio, y parafraseando a Maya, la protagonista de La noche más oscura: “Soy la hijaputa que ha encontrado este sitio, señor”. He tardado un tiempo en visualizar Zero Dark Thirty, la he dejado macerar, pues trata de uno de los demonios de los yankis, o EL demonio, Osama Bin Laden, y de cómo, Maya (espectacular Jessica Chastain), una joven agente de la CIA, logra dar con su refugio. El thriller es casi redondo, con una escena final estremecedora – Maya, la protagonista, sube sola a un avión y mientras las puertas se cierran, después de todos esos años de búsqueda, de todas las pérdidas y los atentados, rompe a llorar.

Pero donde Kathryn Bigelow alcanzó la maestría fue en su película previa, The Hurt Locker, En tierra hostil (2009). De hecho, y para demostrarlo, fue nominada y ganadora de varios Óscar, y entre ellos, el de mejor película y el de mejor director, la primera mujer en conseguirlo. Y a modo de venganza kármica, afirmo. La Bigelow estuvo casada con el obsesivo James Cameron, que aquel mismo año presentaba Avatar. Cameron es un director al que hay que seguirle la pista, pues sienta las bases de lo que, años después, será de uso común en la ciencia ficción y en los FX (comprobad, si no, las imágenes animadas por ordenador de Abyss y lo que hizo con el T-1000 en Terminator 2). Pero seamos sinceros, niños y niñas, aquel año presentó una película que ya habíamos visto: soldado desencantando que encuentra su lugar y a sí mismo en una nueva civilización, en un pueblo, en principio, distinto. Venga, niños y niñas, haced un ejercicio de memoria y recordad películas como Bailando con lobos, Pocahontas o El último samurái, por poner ejemplos recientes. Eso sí, la película, como espectáculo visual, era una delicia. Aquel año fue la comidilla entre el gremio de Hollywood, la Bigelow frente a su ex: el morbo está servido. Y como digo, a modo de justicia y venganza kármica, la Bigelow se lo llevó todo de calle, dejando a la grandilocuente y millonaria Avatar los premios a la parte artística (mejor fotografía, mejores efectos visuales).

En estos tiempos que corren, al sur del paraíso, estamos condenados a sufrir aluviones de morralla cinematográfica, a precuelas, a secuelas, a remakes, a toneladas de efectos especiales que ya no consiguen ocultar guiones endebles y deficientes. Afortunadamente, y gracias a Kathryn Bigelow, hay esperanza para los condenados.

THE HURT LOCKER