Empiezo a escribir esta entrada, mientras la terrorífica música de Burzum y su álbum de 1996, Filosofem, empieza a desgranar sus leitmotiv minimalistas y con esa saturación de sonido tan característica. Veintitantos años y sigue siendo brutal. No apta para cardiacos. Ejercitado, oh, niños y niñas, la analepsis.
En el cine, la trilogía de Regreso al futuro (Back to the Future, Robert Zemeckis, 1985, 1989 y 1990) es otro claro ejemplo del manejo del pulso narrativo con saltos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. En 1985, Marty McFly (Michael J. Fox) utiliza el potente y ya conocido DeLorean DMC-12 para, a través de un condensador de fluzo (la mejor cagada traductora de la historia) que genera una potencia de 1.21 Gigavatios, viajar hacia atrás en el tiempo, hacia 1955. El sueño de H. G. Wells hecho realidad.
Y rompamos también una lanza a nuestro favor. Wells publicó su obra “La máquina del tiempo” en 1895, pero un compatriota nuestro, Enrique Gaspar y Rimbau, se adelantó a la celebérrima obra de Wells, publicando por primera vez en Barcelona “El anacronópete” en 1887. ¡Jódete, Wells! Pero lo que iba a decir, oh, niños y niñas, es que la música tiene ese poder evocador. Despierta en nuestro interior, como cualquiera de las Bellas Artes una serie de emociones, sensaciones y recuerdos que la convierten en un DeLorean que nos permite viajar en el tiempo. Como Marty McFly tocando por vez primera, allá en 1955, un “Johnny B. Goode”, y para rizar el rizo, conjuga en la misma secuencia la analepsis y la prolepsis, pues la toca tres años antes de que la publicase Chuck Berry.
Marvin Berry: [al teléfono, mientras Marty McFly toca «Johnny B. Goode»] ¡Chuck! Chuck, soy Marvin. Tu primo, Marvin Berry. ¿Recuerdas ese sonido que estabas buscando? ¡Bien, pues escucha esto!
Pues el otro día (tiempo indeterminado entre el principio de la creación y el mismo momento en el que escribo esto), navegando por el proceloso mar de Internet, descubro este cartel:
Buscamos un poquito por la web y ¡Voilà! Presentada el 23 de enero en el Festival de Cine de Sundance, por el director Jonas Åkerlund. Quizá, de primeras, el nombre no os suene, pero si os digo que habéis visto más videos de este hombre… El “Smack my bitch up” de Prodigy, “Ray of light” de Madonna o el “Whiskey in the jar” de Metallica. Es decir, que ya tenemos referencia de que esta persona es una con una especial capacidad y sensibilidad para aunar música e imágenes. Pero ahora, oh niños y niñas, viene el momento de la analepsis. Jonas Åkerlund, en sus años mozos, allá por la mitad de la década de los ochenta, fue el batería de la banda sueca Bathory. ¿Ni idea? Seguimos con los viajes por el tiempo. Años antes, una banda británica, llamada Venom, había dado luz un nuevo género con su álbum de 1982, Black Metal. Fueron los británicos quienes sentaron las bases del sonido, pero fueron Bathory quienes desarrollaron el embrionario sonido de Venom, dándole la dimensión que tendría después. Seguimos viajando en el tiempo, oh, niños y niñas.
Ese fue el primer impacto. Años después, un grupo de jóvenes noruegos llevaron ese género hacia otra dimensión y hacia la leyenda negra. En aquellos años, finales de los ochenta y principios de los noventa, la sociedad noruega era una sociedad complaciente, satisfecha y abotargada, con un buen nivel de vida, una alta renta per cápita y un sistema educativo envidiable. Pero… parafraseando al príncipe Hamlet de Shakespeare: algo está podrido en el reino de Noruega. Por debajo, en el underground de la ciudad, la juventud de aquella idílica Noruega estaba asqueada de la blandura de la música (decidme el título de una canción de A-ha que no sea “Take on me”). Se buscaban nuevas emociones y Venom y Bathory sembraron semillas de discordia. También en aquellos años, se conmemoraba el milenio de la imposición a hierro y fuego del cristianismo en aquella zona por los reyes Olaf Tryggvason y Olaf Haraldsson, relegando al panteón pagano a una mera mención en los pies de página de los libros de historia. Y para que os hagáis una idea de lo que hacen los niños y adolescentes del norte, oigamos las palabras de Alexi Laiho, de los fineses Children of Bodom.
¿Por qué es Finlandia tan prolífica a nivel musical? La revolución finlandesa que sucedió entre 1998 y 2004 cambió por completo el paisaje de la música metal del mismo modo que la NWOBHM o el thrash de la Bay Area cambiaron el paisaje de sus respectivas eras.
“Creo que porque no podemos hacer más que quedarnos en casa y tocar una guitarra. Los niños crecen y no hay nada que hacer excepto quedarte en casa si no quieres morir de frio. Yo tocaba la guitarra y cuando salía el sol iba a hacer skateboarding con mis amigos y eso era todo. Cuando eres un adolescente y te sientes frustrado con todo, has de tomarla con algo. Y una guitarra te da menos problemas. En Finlandia los padres llevan a sus hijos a lecciones de guitarra o piano desde que son muy pequeños. Es parte de nuestra rutina, de nuestros hábitos y, por ende, de nuestra vida cultural. Hay gente que mantiene los intereses pasados unos años porque tienen talento y otros que se descuelgan por el camino. Para mí la música lo fue todo desde el principio y aquí sigo”. (Entrevista The Metal Circus, Sergi Ramos, 03/11/2015)
Buscad, oh, niños y niñas, y localizad en un mapa Finlandia, Noruega y Suecia y extrapolad las bandas, lo que comentamos, las actitudes, el clima, de una nación a otra. Debido a su latitud, existen grandes variaciones estacionales de la luz diurna. Desde finales de Mayo a finales de Julio, el sol nunca desciende del todo por debajo del horizonte (por eso se conoce a Noruega como la Tierra del Sol de Medianoche). Por el contrario, desde finales de Noviembre hasta finales de Enero, el sol nunca se eleva por encima del horizonte. Con una densidad de población de 16 habitantes por kilómetro cuadrado, un clima extremo y esas variaciones de luz solar…
Noruega es un país muy retorcido – dice Quorthon, el líder de Bathory -. La iglesia tiene mucho que responder. Allí no se permite enseñar esto y lo otro en la televisión. Las mujeres vienen a abortar a Suecia. Es uno de los países más bellos del mundo, pero está jodido, principalmente debido a que ha perdido su identidad por las presiones de Inglaterra, Dinamarca, Alemania y Suecia. Además, creo que el hecho de que cualquiera pueda sentarse en su sótano a escuchar música las veinticuatro horas del día sin que venga nadie a golpear a la puerta y preguntarle si se siente bien es algo bastante retorcido. (pág. 273, El sonido de la bestia, Christie, Ian, 2003)
Total, caldo abonado para lo que vendría después. Sólo tenéis que echar un vistazo a cualquier foro especializado sobre la escena musical del Black Metal noruego y veréis. Para profundizar sobre el asunto, tenéis la obra completa de Dayal Paterson en su serie “Cult Never Dies” o la obra en la que se basa la película “Lords of Chaos” de los periodistas Michael Jenkins Moynihan y Didrik Søderlind. Con esta referencia, la peli promete… ¿o no? Para que entendáis aquello: una relación de puntos álgidos de aquella década.
08/04/1991: el cantante original de Mayhem, Per Yngve Ohlin, alias Dead, se suicida. Primero se corta las venas y luego se vuela la cabeza con una escopeta.
06/06/1992: la iglesia de madera (stavkirke) de Fantoft (Bergen, Noruega), datada del siglo XII es incendiada intencionadamente y destruida casi por completo. Se sospecha de una organización de jóvenes músicos del Black Metal noruego denominada Inner Circle, y en concreto de Varg Vikernes.
21/08/1992: Bård Guldvik «Faust» Eithun, batería por entonces de la banda Emperor, apuñala hasta la muerte a un hombre en el bosque a las afueras de Lillehammer.
10/08/1993: Varg Vikernes, por entonces bajista de Mayhem, asesina a Øystein “Euronymous” Aarseth, guitarrista de dicha banda.
La lista sigue y sigue. Todo esto y mucho más, acompañado de la publicación de discos como “De Mysteriis Dom Sathanas” (1994) de Mayhem, «In the nightside eclipse” (1994) de Emperor o el “A blaze in the Northern Sky” (1992) de Darkthrone, auténticas piedras angulares para la comprensión de esa escena del Black Metal Noruego. El Black Metal, o aquel Black Metal, el noruego, fue el último gran compromiso de los músicos por ser sinceros consigo mismos. Si bien, la música a lo largo de los últimos años se ha ido convirtiendo en un mero producto, este fue el amanecer del último día en Masada… todo estaba perdido. Su actitud fue mortalmente seria, pueril e inocente en ocasiones, pero escuchad, escuchad el “De Mysteriis Dom Sathanas” de Mayhem, el “Det Som Engang Var” de Burzum. La música no es agradable, no es fácil de escuchar, porque no es un producto, como ocurre ahora… no es un producto diseñado para satisfacer mentes débiles y consentidas… pero si escucháis con atención, descubriréis la belleza de un acorde, la emoción de una nota sostenida de una guitarra, un leitmotiv de teclado que os hará padecer el síndrome de Sthendal… su música era el patito feo de todos aquellos estilos convergentes en la década de los 90s, grotescamente esperpéntica, pero más allá de los corpse painting, las armas, las tachas… había algo más, más allá del shock-rock teníamos músicos serios, comprometidos y concienciados con lo que era hacer música de verdad, ajenos a toda corriente o moda, ajenos a la industria que había agotado sus ideas y que se dedicaba a clonar una y otra vez – hasta la náusea- a productos exitosos. Eran gente aislada, culturalmente inquieta: Burzum es un claro ejemplo de ello: significa “Oscuridad” en la Lengua negra de Mordor, ideada por J.R.R. Tolkien y su lirismo hace referencia a temas tan dispares – o tan próximos- como el Satanismo de LaVey o a los sentimientos en vista de la naturaleza noruega – esa sensación de soledad, de aislamiento, el silencio de los boques umbríos, sumidos como en un sueño por la niebla… el saberse únicos, aislados e incomprendidos dio luz a uno de los últimos – si no el ultimo- género musical honesto. Los registros de la época demuestran una clara misantropía, una revolución satánica contra los valores preestablecidos, contra una sociedad que, de pura autocomplacencia, se había vuelto repugnantemente abotargada.
Sí, niños y niñas, la música es oscura, terrible, acelerada, retorcida, estridente, mórbida… Un montón de apelativos que podríais utilizar para definirla; incluso tildarla de “ruido”, pero, nada más lejos de la realidad. Para ejemplo, hablemos de música terrorífica y que es llamada “clásica”.
Una noche en el Monte Pelado (Ivanova noch’ na Lisoy gore) de Modest Musorgski: un campesino presencia un aquelarre en el Monte Pelado – Triglav – en la Noche de Walpurgis. En dicha noche y en dichos eventos, aparece Chernabog (una deidad oscura en el panteón eslavo, asimilable a cualquier entidad maligna del resto de panteones). La Danse Macabre de Camille Saint–Saëns, describe a la Muerte tocando el violín y los esqueletos bailando alrededor de la tumba. La Sonata para piano Nº2, Opus 35, de Chopin ¿qué más se puede decir? Salvo que es de una belleza y de una pausa contenida asombrosamente construida. Escuchad cualquiera de estos temas que os he indicado, oh niños y niñas, y descubriréis un mundo tenebroso de sonoridades mórbidas y escuchadlas, sí, de noche, con la luz apagada.
Aunque, como ya he dicho anteriormente, el morbo está servido. Y en esa misma entrevista Akerlund nos indica que, en efecto, hay música de Mayhem. Escuchemos lo que nos dice, una de las personas que estuvo allí, que fue parte activa de aquella vorágine de música extrema, de actos extremos… Varg Vikernes, el coco del Black Metal noruego.
Pero, mientras llega y no llega la película… Realmente, dudo que en este país se llegue a saber algo de esa película, de que se doble o que se llegue a distribuir, así de catetos son en este país, así que tendremos que esperar a que algún alma caritativa la comparta por cualquiera de los canales habituales del “ya no tan” underground metálico.
En lo que respecta a la película cabe destacar lo señalado en el videoblog de Varg Vikernes. Los personajes de dicha película según IMDB son Euronymous, Dead, Faust y Vikernes, entre otros. Al parecer según nos relata Vikernes, la productora se ha puesto en contacto con las tres bandas clave (Mayhem, Darkthrone y Burzum) para que cedan temas para la película. Ninguna de las tres ha respondido afirmativamente. No obstante, el director, Jonas Åkerlund, afirma en una entrevista del 2018 que ha utilizado poco “Black Metal” en la película porque es bastante jodido escucharlo si no estás acostumbrado o no te gusta. Teóricamente, es una película sobre la vida del guitarra de Mayhem, Øystein “Euronymous” Aarseth. Hmmm, parafraseando a Hamlet: algo está podrido en el estado de Noruega.
Was there a reason you decided not to include more performance scenes in the film?
It’s a fine balance… maybe I should have included one or two more songs. We actually shot a couple more in the rehearsal studio but I wanted to make sure, because it’s kind of painful to listen to Black Metal music if you’re not used to it or don’t love it
(Entrevista a J. Akerlund por Laura Kern, Rolling Stone, 31/01/2018)
Mientras tanto, y comentando esta película con amigos, uno de ellos, sugirió una pequeña joya que desconocía. Haciendo un ejercicio como el que he indicado al principio, oh, niños y niñas, como un Marty McFly, en 2018, he visto una película de 2013, que hace referencia a eventos de entre 1983 a mediados de los 90’s. La islandesa “Málmhaus” de Ragnar Bragason, traducida como “Metalhead”. Para visualizarla completa, en V.O. con subtítulos en inglés, pincha aquí.
El ritmo es lento, pero tenso, contenido. Podréis contemplar esos planos abiertos de lo que es Islandia y sentir que uno puede estar solo completamente rodeado de gente. Esos planos de la naturaleza nórdica que nos muestras enormes vastedades silenciosas, bosques neblinosos, y donde debiera haber vida, el silencio. La sensación de aislamiento y soledad está realmente conseguida, esos planos largos y tranquilos, pausados con la magnífica y aterradora naturaleza: vastas extensiones de tierras yermas, con neveros y dispersas aquí y allá, alguna granja, separadas por kilómetros de naturaleza abrupta y helada; silencio, el silencio de la soledad y del aislamiento. Las familias son pequeñas y son el centro que vertebra toda la vida, pero incluso así, buscan la compañía – como se ve en las reuniones dominicales de la iglesia- de otros seres humanos.
La protagonista Hera (impresionante y contenida Thora Bjorg Helga) adora a su hermano mayor Baldur. Supongo que, intencionadamente, el director le ha puesto este nombre pues su muerte, al inicio de la cinta, desata toda la cadena de eventos posteriores. Y es que, según los poemas épicos de los vikingos, la muerte de Baldr, segundo hijo de Odin, y conocido es Islandia como Baldur, es el desencadenante del Ragnarök, el fin de todo, de los dioses, de los gigantes y de monstruos y del universo. Y eso es lo que contemplamos durante el primer rollo, como el centro de toda vida islandesa, la unidad familiar, se disgrega. Papá por un lado, mamá por el otro y la pequeña Hera en el tercer vértice de un triángulo divergente a los que el dolor de la muerte de Baldur no hace sino separar. Para crear una gran historia, no hacen falta grandes diálogos, ni velocidad de vértigo, ni efectos especiales a saco… la historia y su desarrollo es pequeña, intimista, pausada, como los movimientos del Tai–chi, pero si los aceleras es un tao de Kung Fu. No obstante, hay que ver las vivencias de Hera Karlsdottir (reitero, una impecable y estremecedora actuación de Thora Bjorg Helga), comedida y convincente como la atormentada hija pequeña de esa familia. A la muerte del hermano mayor, Baldur, todo se desintegra: los padres se distancian entre ellos; y la pequeña Hera, que sentía adoración por su hermano Baldur, crece convirtiéndose en una adolescente perdida, pero… ¿acaso no todos los adolescentes se encuentran perdidos, desorientados? Y lo que, por desgracia es más normal: ¿no os ocurre a veces, en ocasiones, pocas, en otras ocasiones, muchas, que os sentís como que no encajáis, que la gente que os rodea os es tan ajena, que sois un bicho raro o que lo son ellos, pero que intentar acoplar una parte y otra sería imposible. Puede ocurrir con catorce o con cuarenta años, pero, ocurre, sí, oh, niños y niñas, ya lo creo que ocurre: estamos siempre perdidos y desorientados.
Hera recupera los discos, la guitarra y la chupa de cuero de su hermano fallecido, y empieza a tocar y descubre lo que os he dicho al principio: el poder de la música, el poder evocador y el poder catártico de la música. También os lo he dicho antes, con respecto a la música del Black Metal Noruego y nos lo recuerda J. Akerlund: es bastante jodido escuchar Black Metal si no tienes el oído educado y acostumbrado a ese asalto de volumen, de velocidad, de dolor y de rabia –en el caso de Hera- hecho música.
Así que ya sabéis, oh, niños y niñas, música rápida y ritmo lento. Dadle una oportunidad si queréis a la cinta, y puede ser, como también os he dicho antes, que en un determinado momento descubráis la belleza de un sostenido de guitarra o de un leitmotiv que os estremecerá el alma. Llegareis al final de la película cerrando los títulos de crédito con el “Symphony of Destruction” de Megadeth y os preguntareis, como me pregunté yo – a no ser que estéis muertos por dentro – ¿habrá paz para los condenados? ¿Sí? ¿No? Lo que está claro, y como dice en la misma canción “Svarthamar”
Sviðin jörð
Gleypir hina bestu |
Scorched earth
Swallows the best of us |
La tierra quemada Devorando lo mejor de nosotros |
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